Vistas de página en total

domingo, 13 de mayo de 2012

Dar Autoridad a los Maestros


Redibujar la figura del docente PEP ALSINA MASMITJÀ Es importante hacer lo posible por devolver la autoridad a la escuela y al maestro La educación es una prioridad política y social que debe asegurar el bienestar y éxito de todos los estudiantes como resultado de un trabajo en red donde todos los actores cooperan. Aquí, la familia y el maestro son esenciales porque están en contacto permanente con los niños. Pero es el maestro quien tiene el conocimiento científico necesario para ayudar al alumno a progresar académicamente y para detectar cualquier circunstancia que afecte a la vida del niño (problemas familiares, maltratos, etc.) porque toda la población pasa por la escuela. Un motivo por el cual toda la red debería tener plena confianza en el maestro. A menudo se debate sobre los factores que hacen perder autoridad al maestro, pero no es autoridad mal entendida lo que el maestro necesita, ni es autoridad lo que a los alumnos se les tiene que imponer, sino trabajar para que alumnos y maestro ganen en competencia, liderazgo, confianza, respeto. Al preguntarnos sobre la autoridad del maestro debemos pensar, excepto en casos extremos, que, quizás, la autoridad es un concepto cambiante. Es cierto que, desde antaño, se ha criticado el menosprecio manifestado por los jóvenes respecto a la autoridad. Autoridad proviene del latín auctoritas, similar a liderazgo y alejado de potestas (poder). Visto así, el maestro no puede ser autoridad (en el sentido de poder) o autoritario porque, como afirmaba Herbert Spencer, la libertad es la base de la educación: "Educar es formar a personas aptas para gobernarse a sí mismas y no para ser gobernadas por otros". Algunas afirmaciones crean espejismos erróneos de un maestro-técnico-burócrata cuando, al contrario, el trabajo del maestro parte de trabajar las emociones, esenciales para el cometido educativo. Si se ve su tarea solo técnica se activa el desprestigio debido a la creencia de que le falta vocación y compromiso. Como en todos los campos hay de todo, sin embargo, nadie aguantaría en este trabajo más de dos años sin vocación y compromiso: en 40 años de carrera habrán pasado por las manos de un maestro miles de alumnos que lo obligarán a tomar de tres a siete decisiones críticas por minuto que, para bien o para mal, marcarán el futuro de nuestros niños. La autoridad del maestro pasa por un pacto social y deontológico estables. En función de eso, hace falta que el maestro sea evaluado rigurosamente, con el reconocimiento adecuado. Al evaluarlo comprobaremos que hay maestros sobresalientes en las aulas y que nuestros hijos e hijas están en las mejores mentes de la sociedad. Es muy fácil evaluar la tarea de un maestro, sólo hay que mirar los ojos de los niños. Si chisporrotean de ilusión es que todo va bien y los tiene seducidos para querer aprender: por eso, la autoridad del maestro nace de sus alumnos. Demasiado a menudo buscamos referentes más allá de nuestras fronteras, cuando en cualquier escuela tenemos montones de héroes. Si preguntamos a nuestros hijos e hijas, veremos que, en general, valoran a los maestros mejor que la sociedad o las autoridades educativas. La figura del maestro se reforzará escuchando a los maestros y sus alumnos. Pero también (asumámoslo si nos corresponde), comprometiéndonos; garantizando que todas las escuelas tengan la máxima y misma calidad; velando por la estabilidad política en educación; incrementando el trabajo en equipo porque la autoridad también es colectiva; explicando la tarea exquisita que, en general, se hace en las escuelas; velando para que los formadores de los maestros sean los más competentes; invitando a tertulianos a los medios de comunicación que den opiniones fundamentadas. Se critica que los jóvenes no tienen los conocimientos que teníamos nosotros. Hoy en día, además, hay que desarrollar algo indispensable para el futuro: trabajo en equipo, creatividad, comunicación, búsqueda y selección de la información... y los maestros tienen que saberlo explicar a la sociedad. El conocimiento de hoy puede ser superficial mañana porque las tareas son más complejas y los maestros se están reciclando en este reto: gran parte de aquel conocimiento se encuentra a dos segundos de un clic y tenemos que integrar otros más adecuados a las exigencias del futuro, justamente porque no sabemos qué nos exigirá este futuro. Como decía John Dewey, "si enseñamos a los estudiantes de hoy como enseñábamos ayer, les estamos quitando el mañana". Por eso, también, es indispensable el maestro: sólo entre él y los alumnos se puede construir el nuevo conocimiento y transformar el mundo. Para Paulo Freire, "la educación no es la palanca para transformar el mundo... porque podría serlo". La apuesta por la autoridad del maestro es la apuesta por el futuro y por nuestros hijos. Les estamos dejando un mundo difícil de arreglar: hace falta, urgentemente, que pongamos todos los esfuerzos en que la formación de nuestros hijos e hijas sea de calidad, pues lo necesitarán para arreglar lo que hemos estropeado. Recordemos el dicho: "La docencia es la única profesión que crea todas las otras profesiones". ¿Existe algún otro camino que no sea la educación y no pase por los maestros? P. ALSINA MASMITJÀ, secretario de la, Facultad de Formación del Profesorado de la Universitat de Barcelona

No hay comentarios:

Publicar un comentario