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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Aprende a Sentirte Bien

a)El primero corresponde a las emociones positivas como el disfrute, la vida gozosa o la comodidad. Se trata de multiplicar las experiencias placenteras que podemos tener (viajar, disfrutar de una salida con amigos, una buena comida, compartir momentos de calidad con los hijos, leer un libro que nos interesa, escuchar música, tener sexo, hacer deporte).

El bienestar y la felicidad son contructos complejos de evaluar científicamente”
b)El segundo componente se vincula con experimentar el placer a través de las tareas y actividades que nos generan un estado de flow, que hace que perdamos la noción del tiempo e, incluso, de nosotros mismos, y nos dejemos llevar mientras las realizamos. Esta situación, que surge cuando hacemos cosas que nos apasionan como pintar, escribir, bailar, practicar deportes, tocar un instrumento o jugar a los videojuegos (en mi caso, por ejemplo, escribir esta nota), disminuye la ansiedad y el estado de alerta.
c)El tercer componente de la felicidad es el sentido que va más allá de uno mismo y consiste en utilizar las fortalezas personales para servir a un bien mayor.
Luego, Seligman amplía estos conceptos desarrollando la teoría del bienestar como una noción más abarcadora que la de felicidad. Se trata de una idea que incorpora dos elementos asociados con el bienestar a los ya mencionados: uno tiene que ver con los logros alcanzados, es decir, la realización personal; el segundo propone las relaciones positivas como un componente central para el desarrollo del bienestar.

El sentido de pertenencia es un escudo contra la soledad, le depresión y la ansiedad”
Los lazos positivos y duraderos afectan las funciones psicológicas, fisiológicas y de comportamiento, ayudan a proteger nuestro cerebro y contribuyen a nuestro bienestar. Se demostró que cuando los seres queridos están cerca, se registra menor actividad en áreas neurales asociadas al procesamiento del peligro y somos menos propensos a activar respuestas corporales frente al estrés.
Por eso, el sentido de pertenencia es un escudo contra la soledad, le depresión y la ansiedad. El apoyo social, igual que el optimismo, tiene gran impacto en el sistema inmunológico y cumple un rol protector en el ser humano con consecuencias positivas ante las enfermedades.



Ahora bien, existen distintas formas de experimentar el bienestar que se encuentran fuertemente correlacionadas e implican distintos niveles de procesamiento cognitivo. Por ejemplo, los sentimientos como la alegría pueden reportarse de forma relativamente directa. En cambio, evaluar la calidad o el significado de vida demanda una considerable reflexión y tiempo, así como una comparación con ciertos estándares autoseleccionados (por ejemplo, una mejor vida comparado con quién o qué).
¿Cómo estudiar si una persona considera que goza de bienestar o no? Una forma de abordar esta cuestión tiene que ver con la propia evaluación referida a los pensamientos de las personas acerca de la cualidad o bondad de su vida, la satisfacción general o qué tan felices se sienten con su vida. En segundo lugar, se puede considerar el bienestar hedónico que se refiere a los sentimientos o al ánimo tales como la felicidad, la tristeza, el enojo o el estrés y se mide en plazos más cortos como el día a día o en la última semana.
Por último, es posible registrar lo que se llama el “bienestar eudaimónico”, que está relacionado con los juicios acerca del significado y el propósito de la vida que tiene la persona. Vemos entonces que la noción de bienestar sería superadora del concepto de felicidad porque integra los criterios hedónicos de la felicidad con componentes eudaimónicos de trascendencia, logro y relaciones positivas.
Qué nos hace felices
Las circunstancias de la vida, nuestras expectativas y la composición genética influyen en cuán felices somos. En 1996, un investigador de la Universidad de Minnesota, David Lykken, estudió el caso de numerosos gemelos para determinar si la genética y la felicidad estaban conectadas. Llegó a la conclusión de que el 50 por ciento de la satisfacción con la vida provenía de la genética; mientras que factores como educación, religión, estado civil y salario contribuían solo un 8 por ciento.
En función de sus descubrimientos, Lykken pensó que cada persona tenía un punto fijado genéticamente de felicidad, tal como podría ocurrir con el peso o la altura y, sin importar las circunstancias buenas o malas, siempre se tendía a volver a este punto fijo. En consecuencia, intentar ser más feliz sería tan en vano como intentar ser más alto. Sin embargo, tiempo después reelaboró sus conclusiones dado que comprobó que podemos modificar nuestro nivel de felicidad ampliamente, hacia arriba o abajo.
Actualmente, una investigación sobre el bienestar en donde se compararon los resultados de decenas de estudios genéticos reveló que la genética explicaba solo un 36 por ciento del bienestar y un 32 por ciento de la satisfacción con la vida. Mucho es lo que podemos hacer para construir nuestro propio bienestar, por ejemplo, trabajar la manera en que pensamos y expresamos nuestros sentimientos, establecer y lograr metas, consolidar vínculos humanos, disfrutar el presente, reducir los pensamientos negativos, saborear los acontecimientos ordinarios positivos, hacer lo que nos gusta, trabajar la autoaceptación, tener hábitos saludables y encontrar un propósito más allá de uno mismo.
A meditar
Uno de los aspectos que parecería estar fuertemente asociado a una mayor felicidad tiene que ver con el sentimiento de espiritualidad. Se está estudiando si esto responde a las creencias religiosas o a los lazos comunitarios que derivan de la práctica religiosa. Lo que sí sabemos es que la meditación es muy beneficiosa en este sentido: ayuda a centrar la atención en el presente y no en el futuro. Esto último se da principalmente cuando estamos buscando siempre completar el próximo objetivo o nuestra mente está permanentemente pensando en la próxima tarea (o revisando el pasado), con la falsa creencia de que estar muy ocupado nos llevará a lograr éxito en lo que hacemos, en lugar de concentrarnos y disfrutar del presente.
Contrariamente a lo que muchos suelen pensar, ni la inteligencia ni el nivel educativo están fuertemente relacionados con la felicidad. Tampoco la juventud, pese al valor que tiene en nuestra sociedad. Podemos decir que muchas veces los adultos mayores son los que reportan los más altos niveles de felicidad. Otro factor determinante son las relaciones sociales: la gente que nos rodea influye en nuestra felicidad, según un estudio de la Universidad de Illinois. En línea con estos resultados, el psiquiatra y profesor de la Universidad de Harvard, George Vaillant, quien dirigió el Estudio Grant, que evaluó a cientos de hombres y mujeres a lo largo de varias décadas, concluyó que son las relaciones íntimas y afectuosas el factor más importante para una buena vida.
La economía de la felicidad
La discusión acerca de cómo impacta el dinero en la felicidad es antigua y compleja. Una investigación llevada a cabo por el premio nobel David Kahneman estudió el bienestar de 450 mil estadounidenses durante 2008 y 2009. La investigación abarcaba dos aspectos del bienestar: el hedónico y la evaluación de la vida.
Los resultados mostraron que un mayor ingreso mejoraba la evaluación de la vida incluso en personas que estaban en una buena posición económica. No obstante, encontraron que los efectos del ingreso sobre la dimensión hedónica del bienestar tenían un techo a partir de un ingreso que liberara a las personas de preocuparse por lo básico en la vida.

En los resultados del Informe de felicidad mundial de 2017, que publica la Red para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, se observa que entre los primeros y los últimos 10 países en el ranking de felicidad hay una brecha de cuatro puntos. El 75 por ciento de esta brecha es explicada por seis variables claves: tener alguien con quien contar, la generosidad, el sentido de libertad, la falta de corrupción, el PBI per cápita y la expectativa de vida sana.
La mitad de esta diferencia entre los países es explicada por las primeras cuatro variables; mientras que la otra mitad, por las últimas dos. En los países ricos las diferencias no son explicadas principalmente por desigualdades en los ingresos, sino por diferencias en la salud mental, física y las relaciones personales.
El bienestar de todos
Hoy sabemos que ayudar al prójimo no solo implica una mejora para la comunidad, sino que beneficia a quien brinda la ayuda. Se ha registrado que las conductas altruistas redundan en una buena salud mental y física. Un estudio de 2008 de Michael Norton, de la Escuela de Negocios de Harvard, observó que donar dinero a otra persona aumenta la felicidad del donante más que si lo hubiera gastado en sí mismo. Es decir, en gran medida, la felicidad se encuentra cuando ayudamos a los demás.
Por su parte, existe lo que se denomina efecto cascada en relación con las conductas solidarias y altruistas. Investigadores de la Universidad de California y de Harvard han demostrado que, si una persona es generosa, inspirará hasta a tres personas más a seguir su ejemplo. De este modo, podemos multiplicar la generosidad de manera que nuestros actos pueden tener un impacto positivo grande en la sociedad.
Contrariamente, la falta de cooperación impacta en forma negativa sobre el individuo a quien hubiese ido destinada la acción solidaria, sobre quien no fue solidario y también sobre todo el sistema social. La comunidad, para ser tal, se construye a partir de la idea de cooperación. La solidaridad moviliza a las personas y las sociedades hacia esa meta imprescindible que fue escrita como ley de leyes con todas las letras: el bienestar general.

martes, 5 de diciembre de 2017

Ilusión Positiva Lecina Fernandez

Ilusión positiva plantea cuestiones como ¿Qué es la ilusión? ¿Qué poder nos aporta? ¿Cómo encontrar la ilusión perdida? o ¿Cómo educar en ilusión? La ilusión es una herramienta para el crecimiento personal y a lo largo de estas páginas se descubrirá cómo desarrollar al máximo todo su potencial en la vida personal y en el entorno educativo, sanitario y laboral. Cada capítulo combina Reflexión y Práctica para que el lector juegue y experimente construyendo sus propias ilusiones, individualmente o en grupo, ofreciéndole una nueva forma de conocerse a sí mismo y de vivir en el mundo. Ilusión positiva va dirigido a todas las personas que quieran aprender, entrenar y practicar la ilusión de forma saludable y positiva. También a profesionales de la salud, educadores, empresas y familias, como herramienta para ser más proactivos, para despertar la ilusión y acompañarles en el proceso de crear futuro. ¡Bienvenidos a la aventura de explorar la ilusión! Lecina Fernándezes Licenciada en Psicología, Especialista en Psicología Clínica y Máster en Psicología Clínica. Con una experiencia de más de tres décadas, ha ejercido su profesión en la Sanidad Pública de Valencia y en la actualidad en su Despacho profesional en Madrid. Siempre ha compaginado la práctica clínica con la docencia y la investigación. Es miembro de AEPCP y de Psicoartaes.Es autora de libros, estudios y artículos. Colabora en prensa y radio y lidera actividades para acercar la Psicología a las personas. Es fundadora y directora de LAB ILUSIÓN (Laboratorio de investigación, formación y divulgación de la ilusión). Valenciana de nacimiento, en el año 2001 se trasladó a vivir a Madrid. www.lecina.es

La Madre que sufre

Montserrat Boix es la madre de Joan. Su relato, desgarrador, pone al descubierto la impotencia de las familias con hijos aquejados de trastornos mentales que moldean la conducta de esos niños, hasta el punto de perder todo control sobre ellos. En el caso de Joan –criado en una familia estructurada, su madre es enfermera y su padre ingeniero– todo fue normal en los primeros doce años de vida. “A partir de esa edad empezaron los brotes de agresividad, ligados a un temprano consumo de cannabis y alcohol. Le expulsaron del colegio y... todo se descontroló”, recuerda Montserrat. Empezaba un infierno que aún dura hoy.
Los padres de Joan, lejos de rendirse a la primera adversidad, destinaron todos sus esfuerzos a enderezar la conducta de su hijo. Joan pasó por una unidad médico-educativa. No funcionó. Después lo ingresaron (eso les costó una importante suma de dinero) en una comunidad terapéutica. Otro fracaso. Joan alcanzó la mayoría de edad y los conflictos se multiplicaron. Había abandonado los estudios y sin apenas formación encontrar un trabajo “era muy complicado”. Pero los padres seguían ahí, firmes, convencidos de que el niño al que habían criado con tanto mimo, al igual que otro hermano, reaparecería. “Contactamos con empresarios amigos para que le contrataran. Nosotros pagábamos bajo mano el sueldo sin que Joan lo supiera”, revela la madre. Pero ni así. El joven desaparecía de casa varios días. Volvía para asearse y comer, le lavaban la ropa y se perdía otra vez por las calles de Barcelona.

A los doce años empezó a presentar una conducta agresiva y violenta
A los doce años empezó a presentar una conducta agresiva y violenta (DNY59 / Getty Images/Vetta)
Muy pronto ese comportamiento agresivo y violento, que ningún tratamiento ni medicación atinó a controlar, pasó factura a Joan. Acabó en la cárcel. “Es muy duro para una madre decir lo que ahora voy a narrar, pero lo cierto es que esa temporada en prisión ha sido lo mejor que le ha pasado en estos últimos años a mi hijo”, asegura Montserrat. La suerte, que no tienen la mayoría de personas con trastornos mentales que llenan las cárceles, es que Joan fue ingresado en una unidad psiquiátrica. Fue una esperanza pasajera. Todo volvió a torcerse cuando el joven salió de prisión. Reaparecieron las drogas, las agresiones, los comportamientos violentos, los enfrentamientos cada vez más subidos de tono con sus padres...
La situación superó a los padres, que no han encontrado ayuda en las administraciones
Montserrat y su marido fueron entonces conscientes como nunca de que estaban solos en esta lucha. “Las administraciones no están preparadas para ayudar a familias que pasan por estos infiernos”, critica la mujer. Su experiencia destapa esas carencias. Los padres de Joan lograron incapacitarle hace unos años y decidieron, vencidos por la impotencia, delegar la tutela de su hijo a una fundación privada financiada por la Generalitat. “Nunca hemos tirado la toalla –recalca Montserrat–, lo que hicimos fue dejarla para que fuera otro, en este caso esa fundación, la que la recogiera al vernos totalmente superados por el drama”.
En mayo del pasado año Montserrat Boix escribió una carta a La Vanguardia. Clamaba para que la administración despliegue medios e iniciativas para ayudar a familias como la suya y aventuraba diferentes finales para la historia de su hijo. “¿Qué tenemos que hacer? Esperar a que lo vuelvan a encerrar en la cárcel para que reciba tratamiento, aguardar hasta que lo maten en una pelea o esperar a que se suicide cuando tenga un momento de lucidez y vea que su vida no va a ningún sitio”. Pues ha pasado lo último.

Joan se recupera de las graves heridas en el  Hospital Clínic de Barcelona
Joan se recupera de las graves heridas en el Hospital Clínic de Barcelona (ACN / Sergi Sabaté)
Joan intentó por cuarta vez quitarse la vida cuando llevaba meses viviendo como un sintecho en la calle. Su madre está muy dolida por el comportamiento de la fundación a la que delegó la tutela. “Primero lo dejaron en un piso solo en una zona muy conflictiva, después lo llevaron a un hostal, rodeado de ambientes aún más marginales y al final se desentendieron de él y quedó tirado en la calle”, denuncia la mujer que no descarta pedir responsabilidades por la respuesta obtenida de la administración.
"A partir de los 12 años empezaron los brotes de agresividad, ligados a un temprano consumo de cannabis y alcohol"
MONTSERRAT BOIX
Montserrat se ha reencontrado con su hijo tras tener noticia de que se había tirado a las vías del metro. Sobre el joven pesaba una orden de alejamiento (dictada tras la última agresión padecida por la madre) que ahora la misma Montserrat ha pedido que sea anulada para poder estar con él en el hospital. Llegado a este punto del relato, la mujer rompe a llorar. Pero se resiste a darlo todo por perdido y, lo más importante, intenta convencerse de que ni ella ni su esposo deben culparse de las graves secuelas que le van a quedar a su hijo tras el último intento de suicidio. Lo que los dos tienen claro es que van a seguir estando ahí para asegurarse, aun habiendo delegado la tutela al confiar en que la administración podía ayudarles, de que nadie vuelva a dejarlo tirado nunca más en la calle.
La madre ha pedido que la orden de alejamiento sea anulada para poder estar con su hijo en el hospital

Las Enfermedades Mentales en Familia

  • Cualquiera que sea la circunstancia, una enfermedad en la familia es algo que se toma seriamente y siempre provoca varios ajustes. Sin embargo, así como hay niveles entre una enfermedad y otra, también existe una gran diferencia cuando se trata de una enfermedad física a cuando se enfrenta a una de tipo mental. La actitud que toman los miembros de la familia varía. Las reacciones van desde una profunda negación hasta la completa aceptación y apoyo. Como cultura nos cuesta más trabajo aceptar algo que no es tan visible como una enfermedad física tal como diabetes o cáncer, pero es importante aceptar que es muy real y trae consecuencias al afectado, así como también a los demás miembros de la familia. Independientemente de la reacción que tenga cada miembro familiar una cosa es cierta y universal: una enfermedad mental afecta a cada miembro, y puede traer muchas consecuencias negativas si no lo entendemos y buscamos evadirlo.
  • Antes de señalar pautas más específicas a seguir como familia, es importante entender que una enfermedad mental es muy real y no debe de ser causa de pena o pensar en el “qué dirán” las demás personas. Así como otra enfermedad física, una enfermedad mental tiene muchas causas, unas genéticas, otras sociales, y también personales, todas las cuales interactúan en conjunto, usualmente en un momento de estrés, que es cuando la enfermedad se desarrolla. Cada persona actúa diferente en la forma en que afronta un diagnóstico, pero una cosa es segura, cuando se cuenta con el apoyo incondicional de la familia el pronóstico es mucho más positivo y los resultados se pueden ver más rápidamente.
  • Infórmate lo más posible de la enfermedad de tu ser querido

  • Uno no puede ayudar lo que no entiende. Es importante leer e informarse de la naturaleza de la enfermedad. Esto se puede hacer comprando u alquilando libros, pidiendo información con el doctor y/o terapeuta, encontrando información valida en páginas de internet, o atendiendo conferencias que hablen del tema. Cualquiera que sea el medio es importante resolver nuestras dudas para que esta enfermedad no se vea como algo extraño o peor aún algo a que tenerle miedo.
  • Ve la enfermedad mental como cualquier otra de aspecto físico

  • Aunque es cierto que una enfermedad mental tiene varios aspectos diferentes a una enfermedad física, es importante hablar de ella como cualquier otra enfermedad común. No se trata de un estigma, ni es una actitud sana aquella de esconder o querer evadir el tema, o negar la existencia de esta. La enfermedad es real y también sus consecuencias, por lo tanto tener una actitud abierta y positiva hace toda la diferencia.
  • Busca un grupo de apoyo

  • Dependiendo de la enfermedad se recomienda buscar grupos de apoyo. Estos consisten en personas que tienen familiares con la misma enfermedad o parecida y hablan de sus experiencias y brindan apoyo a los demás miembros del grupo. Esto es particularmente importante pues hay demasiados estereotipos e ideas falsas de lo que es una enfermedad mental. Por esto mismo a veces es difícil hablar con cualquier persona de lo que está ocurriendo en tu familia. El poder contar con personas que entienden lo que estás pasando puede ayudarte a ti y a tu familia a lidiar con los cambios y los sentimientos de tristeza que inevitablemente se sienten cuando alguien que queremos está enfermo. Estos grupos se pueden encontrar en internet, o puedes preguntarle al terapeuta de grupos que estén cerca del área en donde vives.
  • No existe una fórmula mágica para recibir las noticias y luego afrontar la realidad. Sin embargo, el no hacer nada o negar tal situación, sólo empeora nuestra condición. Es por esto, que estas pautas nos ayudan a lidiar con lo que sentimos al mismo tiempo que podemos recibir fuerza para ser un apoyo para los demás miembros de nuestra familia.