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martes, 5 de diciembre de 2017

La Madre que sufre

Montserrat Boix es la madre de Joan. Su relato, desgarrador, pone al descubierto la impotencia de las familias con hijos aquejados de trastornos mentales que moldean la conducta de esos niños, hasta el punto de perder todo control sobre ellos. En el caso de Joan –criado en una familia estructurada, su madre es enfermera y su padre ingeniero– todo fue normal en los primeros doce años de vida. “A partir de esa edad empezaron los brotes de agresividad, ligados a un temprano consumo de cannabis y alcohol. Le expulsaron del colegio y... todo se descontroló”, recuerda Montserrat. Empezaba un infierno que aún dura hoy.
Los padres de Joan, lejos de rendirse a la primera adversidad, destinaron todos sus esfuerzos a enderezar la conducta de su hijo. Joan pasó por una unidad médico-educativa. No funcionó. Después lo ingresaron (eso les costó una importante suma de dinero) en una comunidad terapéutica. Otro fracaso. Joan alcanzó la mayoría de edad y los conflictos se multiplicaron. Había abandonado los estudios y sin apenas formación encontrar un trabajo “era muy complicado”. Pero los padres seguían ahí, firmes, convencidos de que el niño al que habían criado con tanto mimo, al igual que otro hermano, reaparecería. “Contactamos con empresarios amigos para que le contrataran. Nosotros pagábamos bajo mano el sueldo sin que Joan lo supiera”, revela la madre. Pero ni así. El joven desaparecía de casa varios días. Volvía para asearse y comer, le lavaban la ropa y se perdía otra vez por las calles de Barcelona.

A los doce años empezó a presentar una conducta agresiva y violenta
A los doce años empezó a presentar una conducta agresiva y violenta (DNY59 / Getty Images/Vetta)
Muy pronto ese comportamiento agresivo y violento, que ningún tratamiento ni medicación atinó a controlar, pasó factura a Joan. Acabó en la cárcel. “Es muy duro para una madre decir lo que ahora voy a narrar, pero lo cierto es que esa temporada en prisión ha sido lo mejor que le ha pasado en estos últimos años a mi hijo”, asegura Montserrat. La suerte, que no tienen la mayoría de personas con trastornos mentales que llenan las cárceles, es que Joan fue ingresado en una unidad psiquiátrica. Fue una esperanza pasajera. Todo volvió a torcerse cuando el joven salió de prisión. Reaparecieron las drogas, las agresiones, los comportamientos violentos, los enfrentamientos cada vez más subidos de tono con sus padres...
La situación superó a los padres, que no han encontrado ayuda en las administraciones
Montserrat y su marido fueron entonces conscientes como nunca de que estaban solos en esta lucha. “Las administraciones no están preparadas para ayudar a familias que pasan por estos infiernos”, critica la mujer. Su experiencia destapa esas carencias. Los padres de Joan lograron incapacitarle hace unos años y decidieron, vencidos por la impotencia, delegar la tutela de su hijo a una fundación privada financiada por la Generalitat. “Nunca hemos tirado la toalla –recalca Montserrat–, lo que hicimos fue dejarla para que fuera otro, en este caso esa fundación, la que la recogiera al vernos totalmente superados por el drama”.
En mayo del pasado año Montserrat Boix escribió una carta a La Vanguardia. Clamaba para que la administración despliegue medios e iniciativas para ayudar a familias como la suya y aventuraba diferentes finales para la historia de su hijo. “¿Qué tenemos que hacer? Esperar a que lo vuelvan a encerrar en la cárcel para que reciba tratamiento, aguardar hasta que lo maten en una pelea o esperar a que se suicide cuando tenga un momento de lucidez y vea que su vida no va a ningún sitio”. Pues ha pasado lo último.

Joan se recupera de las graves heridas en el  Hospital Clínic de Barcelona
Joan se recupera de las graves heridas en el Hospital Clínic de Barcelona (ACN / Sergi Sabaté)
Joan intentó por cuarta vez quitarse la vida cuando llevaba meses viviendo como un sintecho en la calle. Su madre está muy dolida por el comportamiento de la fundación a la que delegó la tutela. “Primero lo dejaron en un piso solo en una zona muy conflictiva, después lo llevaron a un hostal, rodeado de ambientes aún más marginales y al final se desentendieron de él y quedó tirado en la calle”, denuncia la mujer que no descarta pedir responsabilidades por la respuesta obtenida de la administración.
"A partir de los 12 años empezaron los brotes de agresividad, ligados a un temprano consumo de cannabis y alcohol"
MONTSERRAT BOIX
Montserrat se ha reencontrado con su hijo tras tener noticia de que se había tirado a las vías del metro. Sobre el joven pesaba una orden de alejamiento (dictada tras la última agresión padecida por la madre) que ahora la misma Montserrat ha pedido que sea anulada para poder estar con él en el hospital. Llegado a este punto del relato, la mujer rompe a llorar. Pero se resiste a darlo todo por perdido y, lo más importante, intenta convencerse de que ni ella ni su esposo deben culparse de las graves secuelas que le van a quedar a su hijo tras el último intento de suicidio. Lo que los dos tienen claro es que van a seguir estando ahí para asegurarse, aun habiendo delegado la tutela al confiar en que la administración podía ayudarles, de que nadie vuelva a dejarlo tirado nunca más en la calle.
La madre ha pedido que la orden de alejamiento sea anulada para poder estar con su hijo en el hospital

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