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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Educar para prevenir adicciones


Educar para prevenir adicciones

Texto de Carmen Giró
Ilustración de Santi sallés
Los consumos de sustancias adictivas suelen empezar en la adolescencia, así que es una buena idea hablar de ello con los niños antes. Los expertos recomiendan no mentir ni exagerar los aspectos negativos, sino más bien hacer hincapié en los beneficios del no consumo. Y es antes de la adolescencia cuando se deberá educar a los hijos para que puedan ser responsables
al tomar sus decisiones
“Mi hijo tiene 10 años. ¿Qué le contesto cuando me pregunta qué es un porro?”, inquiere un padre. Es una situación nada inusual. Adultos que fuman, las fiestas familiares en que se consume alcohol, los amigos del colegio con hermanos mayores, la televisión… el entorno cotidiano de un niño está repleto de referencias a sustancias adictivas. ¿Cómo abordar el riesgo de consumos abusivos y de adicciones con los niños antes de que lleguen a la adolescencia, etapa en la que se inician, en muchos casos, en el consumo de alcohol, tabaco y drogas?

Los profesionales que trabajan en pedagogía y en la prevención de adicciones aseguran que es preferible que los niños y niñas lleguen al instituto con información fiable recibida en la familia. De hecho, aconsejan aprovechar que es más fácil hablar con los chicos antes de que lleguen a la adolescencia, pues en esta etapa son más suspicaces y celosos de su intimidad.

Belén Pardo, responsable de prevención en Málaga de Proyecto Hombre, una entidad dedicada a la prevención, tratamiento y rehabilitación de drogodependientes desde hace 25 años, recomienda: “Antes de los 10 años no es conveniente hablar a los niños abiertamente de drogas, salvo si preguntan. Pero sí se puede tratar, por ejemplo, la diferencia entre comer golosinas de manera controlada y abusar, o hacerles ver que los medicamentos los prescribe el médico. En la preadolescencia, se puede hablar ya de las sustancias adictivas legales (alcohol y tabaco) y del cannabis –cuyo consumo suele iniciarse de manera temprana y que a menudo es transición hacia otras drogas ilegales–, y de que es mejor no consumirlas”.
No se puede controlar todo
Joan Montoriol, educador social que participa en la escuela de padres de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos de Catalunya (Fapac), explica que cuando se dan charlas en colegios e institutos son ante una gran variedad de familias. “Hay padres que fuman porros y otros que no saben ni qué son. Pero, en general, hay mucha desorientación”, dice. En las charlas, a los padres se les ayuda a asumir que no pueden controlar ni prever todo, y que la adolescencia es una etapa de rebeldía, con lo que es probable que sus hijos prueben el alcohol o el cannabis en un momento u otro. “Lo mejor –agrega Montoriol– es educar a los hijos en la responsabilidad, para que sepan gestionar una situación de riesgo. Si no, se cae en dinámicas internas de la familia que no son sanas, como padres que, literalmente, espían a sus hijos”.
La información que den los padres a los hijos debe estar adaptada a su edad y a sus necesidades. Belén Pardo aconseja: “Hay que darles una información objetiva, sin exageraciones, sin mentiras y sin centrarse en los aspectos negativos, es mejor hacer hincapié en los beneficios del no consumo, resaltando aspectos sociales y psicológicos”.

El libro El diario amarillo de Carlota, de Gemma Lienas (editorial Destino), parte de la premisa de que antes de tomar cualquier decisión, sea sobre drogas, sexualidad o sobre las relaciones personales, es necesario tener cuanta más información mejor, para poder sopesar pros y contras. En el libro, Carlota es una estudiante de bachillerato que, cuando su hermano de 6.º de primaria le plantea sus dudas sobre si fumarse un porro, decide recopilar con él información fiable sobre las consecuencias de consumir alcohol, tabaco y drogas. Descubren por qué las drogas enganchan o qué efectos tienen cada una, y todo en el contexto social más cercano a la vida de un adolescente: instituto, fiestas, salidas del sábado por la noche…

Tanto desde Proyecto Hombre como en la información que se da a los padres y a los alumnos en charlas en institutos y escuelas, como en exposiciones –como una que organizó la Obra Social La Caixa, “Hablemos de drogas”–, se insiste en que la confianza se gana. Si los padres quieren recoger una cosecha de confianza mutua en la adolescencia, que es la edad en que no se quiere explicar todo, antes deben sembrar un ambiente de diálogo en la infancia. Si el niño se siente escuchado y comprendido, cuando de adolescente tenga una duda o un problema, acudirá a los padres, aseguran los profesionales.
Crearse una opinión
En la adolescencia, la opinión de los padres pierde parte de su valor y lo importante es sentirse igual o destacar en la pandilla de amigos. Por eso, para ayudar a los chicos y chicas a defender su opinión sin dejarse arrastrar por las de los demás ni las modas, hay que empezar antes de llegar a esta edad. Pardo asegura: “El esfuerzo de padres y madres tendrá que hacerse sobre todo antes, es importante entrenar a los niños a pensar, a emitir valoraciones (no siempre acertadas según nuestro criterio, pero suyas al fin y al cabo), a equivocarse en pequeñas decisiones. Todo ello hace que aprendan a ser responsables y se sientan valorados en lo que son. Esto les dará herramientas para que, a la hora de enfrentarse a la presión del grupo, sepan responder con mayor seguridad y desde su responsabilidad más que desde su necesidad de aceptación”.

El psicólogo y pedagogo Javier Urra, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y autor de Fortalece a tu hijo (editorial Planeta), defiende: “Lo esencial es formar a un niño que sea sano, que practique deporte y que esté en contacto con la naturaleza, que entienda que no siempre se puede estar feliz, que se acepte como es. Los padres deben educar al niño en aceptar la frustración, en saber diferir las gratificaciones. Es importante supervisar con qué amigos va y vigilar que no sean mayores que él. Cuando fuera adolescente le diría: ‘Tienes un cerebro, dos pulmones, dos riñones y un hígado. Tú mismo’”.

Consejos

Recordar que el alcohol y el tabaco son sustancias adictivas también, y que distinguirlas de las drogas dificulta la prevención. Aunque el alcohol se pueda consumir responsablemente, 
en la preadolescencia no es bueno dar ese mensaje de normalización.

Enseñar a los niños a ejercitar la asertividad (saber decir no, defender sus derechos y opiniones respetando las de los demás…) ya desde pequeños. No es coherente pedirle que obedezca sumisamente en casa y que sea capaz de defender su opinión en el grupo de amigos. Se puede hacer juegos de rol en que uno tiene el papel de individuo resistente a la persuasión del grupo.

Apoyar a los niños para que encuentren grupos de amigos y amigas en los que se sientan valorados, aceptados y queridos por lo que son. Si tienen varios grupos, es más fácil que 
el niño pueda dejar a una pandilla que no le interesa y no se quede aislado, sino que tenga alternativas.

Dejar caer información, ideas y opiniones al ver una película o las noticias. Hacer hincapié en los problemas escolares que provoca el consumo de drogas. Y ser sincero si uno ha probado las sustancias adictivas. Decir la verdad da más credibilidad y permite hablar de casos reales.

Ayudar al niño a que cultive aficiones que le gusten y a que busque cosas nuevas que estimulen su curiosidad y que no sean nocivas para la salud. Los adolescentes que tienen intereses y ocupaciones tienen menor probabilidad de consumir drogas que los que se aburren, aseguran los expertos.

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