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viernes, 11 de enero de 2013

Catherine L'ECUYER


Catherine L’Ecuyer es canadiense y madre de cuatro hijos. Estudió derecho en Canadá, es Máster del IESE Business School y tiene un Máster Europeo Oficial de Investigación de la Universidad Internacional de Catalunya. Ha trabajado como abogado en Montreal y, en España, como consultora en empresas como Abertis, Pepsi, Caprabo, Sony, Croda. Es actualmente profesora en la Facultad de Administración y Dirección de Empresas de la Universidad Internacional de Catalunya. Es autora de un libro Cómo conseguir una empleada del hogar comprometida, sin morir en el intento.
En 2006, empieza a investigar y a divulgar a través de conferencias, temas relacionados con la educación, entre ellos la importancia del asombro en el proceso de aprendizaje del niño. En 2010, impulsa el proyecto Apego-Asombro, nominado por los Premios Proteus de Ética como Proyecto Educativo del año 2010. En los próximos meses, la Editorial Plataforma publicará su libro Educar en el asombro: Cómo educar en un mundo frenético e híper exigente. En la siguiente entrevista, nos habla de su libro (para más información sobre la educación en el asombro o sobre el libro: http://apegoasombro.blogspot.com.es).
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Pronto saldrá tu libro, Educar en el asombro. Pero, ¿de qué va exactamente el libro?
Los niños no son como los de antes, dicen las abuelas. A pesar de la gran asequibilidad a tanta información, constatamos que los niños no aprenden al ritmo esperado. A pesar de la avalancha de estímulos, constatamos que los niños se aburren y les cuesta motivarse. A pesar de la era “multi tarea”, constatamos que les cuesta concentrarse. A pesar de la mayor disponibilidad de los bienes materiales, constatamos que los niños tienen el deseo bloqueado.
El libro responde, entre otras, a las siguientes preguntas: ¿Cómo conseguir que un niño actúe con ilusión, sea capaz de observar con calma lo que le rodea, piense antes de actuar y esté motivado para aprender sin miedo al esfuerzo?
¿Qué tiene que ver todo esto con el asombro?
Mucho. El asombro, es el deseo para el conocimiento, decía Tomás de Aquino. Los niños nacen con el asombro, de hecho es lo que les permite descubrir lo que les rodea: su madre, su padre, el sol, un perro, una hierba, la luna, etc. Como decía Chesterton, en cada una de estas deliciosas cabezas, se estrena el séptimo día de la creación. Hoy en día, hay neurocientíficos que nos dicen que la organización neurológica no puede explicar todo el comportamiento humano. Dan Siegel, un neurocientífico americano, dice que detrás de la organización neurológica, existe algo intangible que mueve a la persona. Los griegos ya decían que el principio de la filosofía era el asombro, una de las manifestaciones de aquel intangible que mueve al ser humano: el deseo para el conocimiento. El aprendizaje se realiza desde dentro de la persona hacía fuera. No digo con esto que creamos la realidad con el pensamiento, no es así. Pero iniciamos desde dentro el proceso de conocimiento de la realidad que existe fuera de nosotros. El asombro es el mecanismo que se encarga de ello.
Hoy en día, por las circunstancias de la sociedad en la que vivimos, hace falta retroceder a una edad cada vez más temprana para encontrarnos con asombro en un niño. Los niños no han cambiado, lo que ha cambiado es el entorno en que se encuentran los niño. El ritmo frenético, el ruido continuo, la obsesión por adelantar las etapas, la moda de la híper educación, la falta de sensibilidad por el respeto de la inocencia de los niños, entre otras causas, hacen que los niños pierden la capacidad de asombro.
¿Y como se protege o se recupera el asombro?
Respetando la verdad de la naturaleza de los niños. Los niños no mandan ellos, porque no saben lo que necesitan. Pero su naturaleza es la que manda. Y entonces habría que hacernos la siguiente pregunta “¿cómo es la naturaleza del niño?”. Los niños necesitan que respetemos sus ritmos, su inocencia, su sed de misterio, su necesidad de belleza, de silencio, etc.
Hablando de belleza… ¿Cuál es la relación entre el asombro y la belleza?
Sin la belleza, el asombro trabaja a ciegas. Es como si el asombro no tuvieses a que agarrarse. Sin el asombro, la belleza está allí, pero no la vemos. Caemos en la vulgaridad, en el vacío. Los niños están naturalmente atraídos hacía lo bello, lo que pasa es que hoy en día hay muy poca belleza alrededor suyo. Las pasadas navidades, se agotaron las muñecas góticas en las tiendas de juguetes. Estas muñecas se venden en cajas en forma de ataúd. En fin…
La belleza es imprescindible para el desarrollo del niño y de la persona en general. Y el feísmo, no es otra cosa que la ausencia de belleza. Los niños tienen una carencia de belleza importante y eso tienen repercusiones importantes en su bienestar. En cambio, la belleza llena la vida de sentido y amplia los horizontes de la razón. Como decía Dostoievski, la humanidad puede vivir sin ciencia y sin pan, pero nunca puede vivir si belleza porque entonces no existiría razón para permanecer en este mundo.
¿Cómo puede unos padres poner todo esto en práctica? ¿No es un poco abstracto todo esto?
He explicado el marco conceptual del libro. Ahora no podemos profundizar en las aplicaciones prácticas de todo ello, pero eso lo hago en el libro. El libro está lleno de anécdotas reales, en las que hablo del día a día de los padres y de sus hijos. Existe una relación estrecha entre el asombro, la belleza y muchos de los temas que configura el cotidiano de nuestros hijos: los deberes escolares, las pataletas, los caprichos, los extraescolares, los cumpleaños, el marquismo, el consumismo, los Dvd educativos, el uso de las nuevas tecnologías, la educación sexual, los juguetes, la televisión, el secreto del Ratoncito Pérez y de los Reyes Magos, y mucho más. Es un libro que profundiza, pero a la vez eminentemente práctico y útil.
Otra forma de explicar aún más sintética: Aprender desde el asombro (La Vanguardia 02/09/2012)
Cfr. ¿Estamos sedientos de la belleza?
Y como consecuencia del asombro se desarrolla la capacidad de mirar, de descubrir la grandeza de los que nos rodean. Se puede expresar con estas palabras de Bruno Ferrero.
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En la familia desaparecen las ocasiones que permitían a las personas “mirarse”. Una estadística afirma que el tiempo medio que un padre pasa con un hijo adolescente se puede estimar actualmente ¡en 12 minutos al día! En las familias, resulta difícil encontrarse para el almuerzo, por la dificultad de combinar los diversos horarios de trabajo y estudio. Tampoco la cena se hace ya en familia, por las muchas actividades en las que se está implicado y por los diferentes gustos en cuanto a los programas de la televisión.
De los 12 minutos que pasan juntos padre e hijo, al menos 10 se emplean en dar instrucciones o verificar la ejecución de las que se dieron el día anterior; los otros 2 minutos se utilizan en cuestiones poco importantes. Y de ese modo, resulta realmente creíble la oración, ya clásica: “Señor, haz que me convierta en un televisor; así mi madre y mi padre me mirarán un poco más”.
El contacto visual consiste en mirar directamente a una persona a los ojos. La mayoría de la gente no entiende qué  importante y vital es ese contacto. Pero todos saben el fastidio que causa una conversación con alguien que mira constantemente para otro lado y es incapaz de mirar a la cara del interlocutor.
Las personas necesitan que se las mire. ¿Para qué sirven tantos cuidados en vestir, en el look, en el cuerpo… más que para atraer la atención y la mirada de los demás? También el piercing, los tatuajes y las originalidades muchas veces desconcertantes de los adolescentes son un inquietante reclamo: “¡Mírenme!”.
El contacto visual es esencial no solo para comunicarse con los niños, sino para satisfacer sus necesidades emotivas. El niño utiliza el contacto visual con los padres para nutrirse emotivamente. Y necesita de este contacto. Por eso, cuando está por dar un salto, dice: “¡Papá, mira lo que hago!”. Con los ojos se comunica amor. Lo saben bien los enamorados. Todos sienten la profunda emotividad de la frase “Comerse con los ojos”. También el evangelista Marcos en el episodio del encuentro de Jesús con el joven rico afirma: “Jesús lo miró fijamente y lo amó…”.
La mirada de los padres significa amor, atención real, aprecio e interés. Los ojos de los padres son una fuente de valor y una forma de alimento moral y emotivo.Un hijo multiplica su esfuerzo si se siente mirado por sus padres. Por desgracia, muchos padres están ocupados en hacer multitud de cosas para sus hijos y después se olvidan de “mirarlos”.
Es también fácil para los padres adquirir la terrible costumbre de usar el contacto visual sobre todo cuando quieren hablar seriamente, casi siempre en sentido negativo, a sus hijos. Un niño está más atento cuando se le mira directamente a los ojos, y así los padres aprovechan este hecho para dar órdenes, reñir, criticar. Entonces salta la frase amenazante: “¡Mírame a los ojos!”, con la consiguiente mirada ceñuda. Cuando un padre usa inconscientemente este poderoso medio de control, sobre todo en sentido negativo, el niño empieza a sentir en los padres una peligrosa actitud de rechazo.
Si los padres prestan atención a los niños casi exclusivamente cuando estos provocan un conflicto o hacen una travesura, los problemas tienden a aumentar, sobre todo con los niños de temperamento “fuerte”. No sentir nunca una mirada de auténtica atención amorosa por parte de la madre, y sobre todo del padre, es para un muchacho una herida mortificante y un impulso a la rebelión.
Es una costumbre de resultado dudoso también la de evitar el contacto visual como forma de castigo. Para un niño es más difícil soportarlo que un castigo físico. Significa “abandono” y desinterés en un sentido afectivo cruel. La mirada sirve sobre todo como vehículo de amor.
En un pupitre, antes de las vacaciones de Navidad, un maestro encontró estas palabras en el anverso de un examen escrito: “Si antes de Navidad nadie me hace un gesto, desapareceré”. El que no se siente mirado pierde el deseo de vivir. Enseñar a los hijos una buena capacidad de contacto visual es importante para su vida.
El alimento afectivo y emotivo de los hijos no es un elemento que pueda descuidarse: ¿qué diferencia hay entre un niño agradable y atractivo y uno que no lo es? En otras palabras: ¿cuál es el elemento básico de la simpatía? Precisamente la capacidad de mantener un contacto visual agradable, acompañado de la sonrisa. Los niños que tienen estas dotes son los preferidos de los maestros y amigos, se les sigue mejor, adquieren seguridad y una buena imagen de sí mismos

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