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viernes, 16 de diciembre de 2011

Hacerse Rico un Sueño de la Loteria

El sueño de hacerse rico con el azar
Muchos tienen depositadas sus esperanzas en la lotería de Navidad del jueves, pero ¿qué juego es mejor para hacerse rico? ¿Primitiva, euromillones, lotería? Si es por probabilidades, ninguna, pero la que le ofrece más dinero es la de los euromillones, aunque las opciones de conseguirlo son ínfimas

ES | 16/12/2011 - 08:41h
MAYTE RIUS
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Portada del suplemento ES del 17 de diciembre del 2011

Sueños y más sueños. A falta de cinco días para el sorteo de la lotería de Navidad, quien más y quien menos hace planes de lo que podrá hacer si le toca el gordo, o incluso un pellizco más pequeño. Pero el sueño más generalizado entre quienes participan en juegos de azar es hacerse rico, millonario, ganar lo suficiente como para retirarse. Y con esa esperanza invierten no sólo en lotería nacional, sino en primitiva, cuponazo, euromillones… Normal, ¿no? En la lotería primitiva, con un euro, puedes ganar 24,92 millones de euros, como el acertante de Málaga de hace seis años. En el gordo de la primitiva, por 1,5 euros ha habido quien se ha llevado 33 millones. En euromillones, por dos euros te puedes hacer con 185 millones, como el británico que ganó el sorteo del 12 de julio pasado. Y con el cuponazo de la ONCE tres euros dan opción a nueve millones. Por no hablar de otros premios. Con tan altas expectativas, la pregunta es inmediata: ¿y es difícil? Si hablamos del esfuerzo que requiere –ir a la administración de lotería o al vendedor de la ONCE y pagar la apuesta (no hace falta ni rellenar un impreso, lo puede hacer la máquina)– la respuesta es no. Pero si nos referimos a las posibilidades de hacerse con el premio, la contestación es ¡dificilísimo!, casi imposible.

Porque ricos, con los juegos de azar, se hacen muy pocos. La mayoría de quienes juegan pierde. Una y otra vez. Según datos del Ministerio del Interior sobre el juego en España, el año pasado se jugaron 27.338 millones de euros –incluyendo loterías, bingos, tragaperras y casinos– y los premios ascendieron a unos 18.000 millones de euros, así que se perdieron más de 9.000 millones (la mitad en loterías, quinielas y juegos de la ONCE). A quien ganó millones nadie le convencerá de que los juegos de azar no son una buena inversión, pero la realidad es que las probabilidades de que toquen los grandes premios son mínimas. Los cálculos oscilan entre una entre 100.000 para el gordo de la lotería nacional –que es teóricamente el más fácil de ganar– y una entre casi 117 millones en el caso de euromillones, cuyo acierto es más improbable que las peras del olmo pero muy tentador por su millonaria recompensa. Entremedias hay otras opciones. En la lotería primitiva, la probabilidad de marcar seis números y que esa sea la combinación ganadora es de una entre casi 14 millones (13.983.816, dicen los matemáticos). En el 7/39 de la ONCE, que tiene una mecánica similar, de una entre 15,38 millones; en el cuponazo, una entre 13,5 millones; en el gordo de la primitiva, una entre 31,6 millones, y en el superonce, una entre 62,38 millones.

Pero los expertos, quienes saben de cálculos matemáticos y de estadísticas, dicen que las probabilidades en sí mismas son irrelevantes, que hay que mirar también los premios, lo que devuelve cada lotería en relación a lo que se invierte. Mirado así, la más generosa es la lotería nacional, que destina a premios el 70% de lo que recauda. Es decir, que en un reparto igualitario se recuperarían 70 céntimos por cada euro apostado El resto de loterías y juegos, tanto del Estado como de la ONCE, reparten entre el 55% y el 50%, según los casos. Parece que lo realmente importante para tener más o menos esperanza de hacerse rico jugando es la esperanza matemática: si el premio multiplicado por la probabilidad es mayor o menor que el coste del billete. Si es mayor, el juego es favorable para quien apuesta (lo que tampoco es garantía de que toque). Pero ninguna de las loterías a las que confiamos nuestros sueños cumple esta regla: todas dan menos de lo gastado.

De ahí que algunos aseguren que la lotería es un impuesto del gobierno al desconocimiento de las matemáticas, aunque también hay quien lo ve como un impuesto voluntario a cambio de soñar. “Las matemáticas dicen que esperanza de hacerte rico con el juego mejor no tengas, porque a largo plazo siempre, siempre, vas a perder; lo que ocurre es que uno juega con la expectativa de no estar en el grupo de los que van a perder habitualmente” y que un día le toque, afirma Manuel Febrero, profesor de Estadística en la Universidad de Santiago de Compostela. De hecho, y a pesar de lo que digan los cálculos y la razón, reconoce que él participa en algunos de estos juegos de azar, como otros muchos colegas suyos o informáticos especializados en extraer estadísticas. ¿Por qué?

“Hay un componente muy fuerte de motivación a la hora de jugar; la esperanza de que te toque mucho por poco impulsa, porque aunque seas consciente de que es poco probable que te toque, también es poco lo que arriesgas y, en cambio, mucho lo que tienes a ganar”, explica Javier González Marqués, catedrático de Psicología Básica de la Universidad Complutense. Y remarca que también hay una serie de cuestiones que distorsionan nuestra percepción de las estadísticas y de las probabilidades. De entrada, que la gente tiene creencias supersticiosas que afectan a los números que elige en las loterías, ya sea la fecha de su cumpleaños, la de la boda de la duquesa de Alba o la de unas inundaciones o un terremoto. Después, que existe una cierta ilusión de control que lleva a pensar que si uno reflexiona y tiene en cuenta qué números han salido más y cuáles hace más tiempo que no salen, puede tener más opciones de que le toque. “Pero al final están todas las bolas en el bombo y puede salir cualquiera, y el único que gana seguro es el Estado o la ONCE, porque sólo se reparte una parte de lo recaudado en premios”, enfatiza González Marqués. Y añade que también sobrevaloramos la probabilidad de ganar porque todos conocemos a alguien a quien le ha tocado algo en las loterías, aunque sea un premio menor. “Siempre es más probable que hagamos algo que ya hemos hecho antes y que ha funcionado bien; y con la lotería nos pasa eso, que alguna vez nos ha tocado el reintegro o la pedrea, y tienes la sensación de que algo te puede tocar, al menos no perder”, justifica el psicólogo. Porque si se trata de hacerte rico, millonario con los juegos de azar, los cálculos dicen que eso es casi imposible; pero las probabilidades de resultar premiado, aunque sea en una pequeña cantidad, son mayores. En la lotería de Navidad del próximo jueves, por ejemplo, habrá 15.303 premios por serie además del gordo, de modo que la probabilidad de que toque algo, aunque sólo sea el reintegro, es del 15,3%, tal y como explica Manuel Febrero. Y en el sorteo de euromillones, si uno se conforma con cualquier premio, las posibilidades de ganar se elevan a una de cada trece (7,7%).

En realidad, para jugar de forma racional los expertos dicen que sólo se debería jugar cuando haya grandes botes, apostando a números feos (es decir, a los que menos se eligen) y la máxima cantidad que se pueda. ¿Qué? Pero en la primitiva ¿no toca lo mismo apostando un euro que 20? Sí, pero de nuevo es cuestión de probabilidades. Cuando hay grandes botes, el valor esperado del juego, la esperanza matemática, sube, porque la relación entre el premio posible y la probabilidad de acertar es positiva para el jugador. Según Manuel Febrero, en la primitiva la relación comienza a ser favorable cuando el bote supera los siete millones de euros, y en los euromillones, a partir de los 28 millones.

Claro que apostar a los números no favoritos de la gente o cuando la esperanza matemática sea positiva porque hay bote no garantiza tampoco que se vaya a ganar con más facilidad. Lo único que uno se asegura es que, si acierta, los premios serán mayores. Y ese es el interés de la mayoría de quienes juegan, que por pequeña que sea la probabilidad, si resultan afortunados, el premio les haga muy, muy ricos de la noche a la mañana.

¿Hay que repartir con Hacienda?
Hoy por hoy, los premios de la lotería nacional, de la primitiva, quinielas, cuponazo y demás juegos que comercializan la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado o la ONCE están exentos del impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRFP). Eso significa que el premio no se suma al resto de ingresos en la declaración de la renta del año en que se cobra. Ahora bien, sí que hay que declarar la rentabilidad que se obtenga de ese dinero cuando se invierte. Y, ahora que se ha recuperado el impuesto de patrimonio, el dinero de estos premios también cuenta a la hora de calcular si se llega al límite para tener que pagar este tributo.

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