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domingo, 11 de julio de 2010

Obedientes y Empáticos

Autoritarismo Vs. Dictadura
Los padres confunden autoritarismo con ejercer su autoridad. El autoritarismo es lo más parecido a una dictadura, asegura Banderas, ‘esto es así porque yo lo digo y se acabó’. Y esa actitud se equivoca con la de autoridad, que es la manera de ser reconocido desde el respeto. “Si quieres tener la autoridad como madre no hay que irse a una dictadura. Se puede conjugar la firmeza con el cariño”, afirma.
La psicóloga también advierte que querer ser ‘colega’ de los hijos es una actitud imprudente, “no tienes los mismos intereses que ellos”. Si no se les ‘entrena’ para asumir responsabilidades, al final sus decisiones no las asumen como propias y aunque las tomen, si no sale como esperan consideran que su efecto es culpa de otros.

“Toman decisiones como ejercicio de capricho, que luego no asumen como si fueran su responsabilidad. Ansían cosas en beneficio propio y deciden de forma inconsciente, sin meditar”.







Con claridad
Lo ideal, comenta Alicia Banderas, es que los niños aprendan a asumir responsabilidades casi como un juego, de tal manera que parezca que no suponen un esfuerzo, “eso le proporcionará autoestima y una gran autonomía”, comenta.
Según su experiencia, hay que transmitir de forma clara y específica lo que queremos. Si se trata de que vaya asumiendo tareas en el hogar, lo que nos puede parecer un mensaje simple como: “recoge tu habitación”, puede resultar ambiguo y poco preciso, ya que no sabe dónde está el límite para terminar. “Además, seguramente nuestra percepción del orden no se corresponde con la suya. Hay que estar con él e indicarle qué queremos”, añade.

¿Cuándo es demasiado tarde para darse cuenta de que la relación con nuestros hijos se nos ha ido de las manos? “Siempre estamos a tiempo de cambiarla. Siempre es más fácil empezar manejando las primeras rabietas de los niños. Evitar justificaciones diciendo: ‘es pequeño’. A partir de los seis años se ve que apuntan maneras. Pero si la comunicación ha llegado a un punto en el que está desestructurada, aunque sea difícil reconducirla, con tesón se logra”.

Un exceso de atención provoca situaciones de chantaje incluso de los más pequeños. Lo quieren tener todo y lo quieren ya. En un momento de rabieta, si “lo coges en brazos refuerzas su actitud para conseguir las cosas de ese modo. Al crecer pide cosas y vamos cediendo. Un hijo caprichoso es producto de un padre irresponsable y comodón”, dice Banderas.



Demasiados caprichos
La psicóloga añade que su experiencia le ha permitido observar que hay una desproporción entre el esfuerzo de los hijos y recompensa que dan los padres. “Se quejan de que no estudia ni pone la mesa, pero no le falta la recarga del móvil

Por contra, los adolescentes se quejan de falta de atención de los padres. “Un hijo tiene que saber que es querido y sentirlo”. En la conversación debe existir contacto visual, el niño tiene que ver que realmente es escuchado, no basta con oírle mientras se teclea en el ordenador.

“Por ejemplo, cuando se plantea el tema de las drogas o el sexo los padres se apresuran a juzgar y a dar consejo antes que a escuchar y convierten una conversación en un interrogatorio policial. A pesar de que ahora hay mayor comunicación no se ejercita de la mejor manera”, indica Banderas.

El hecho de que la edad para asumir la paternidad se haya elevado no implica, según la psicóloga, que hayan aumentado este tipo de conflictos familiares. Los problemas radican en las trabas emocionales como la culpabilidad o la sobreprotección. “Queremos hacer todo por ellos y estudiar pasa a ser su única responsabilidad. ‘Ya saldrán al mundo real. Mientras vivan en casa, que vivan como reyes’, dicen algunos padres. El cansancio también influye, la educación se resiente, todo acaba en ‘haz lo que quieras”, concluye

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