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sábado, 10 de julio de 2010

Madres Permisivas Hijos Tiranos

Las respuestas de los especialistas y la disección de las responsabilidades no evitan la estupefacción ante un fenómeno en plena eclosión. A día de hoy, el 15% de las denuncias por violencia en el hogar que se presentan en Barcelona las presentan padres maltratados por sus hijos. En un año, constata la Fiscalía General del Estado, el número de hijos maltratadores aumentó en un 28%, mientras que los expedientes abiertos por esta causa se han cuadruplicado.

Lo peor es que estas cifras sólo reflejan la punta del iceberg, pues consignan sólo los casos más graves. Sin embargo, permiten entrever la quiebra de una norma ancestral -el respeto a los padres- por parte de un número creciente de hijos, que se tornan tiránicos con sus progenitores, a los que agreden física y, sobre todo, psicológicamente.

"Ya no puedo con él". Es la queja más común que reciben en asociaciones como Prodeni (Pro Derechos del Niño y la Niña). Las últimas llamadas de petición de ayuda muestran que ya no se trata de los consabidos problemas de la edad del pavo o de la adolescencia, sino de situaciones que ya se han salido de control. La última fue la de una universitaria de 23 años que preguntaba qué podía hacer para evitar que sus hermanos de 13 y 15 años siguiesen insultando y dando puñetazos a sus padres.

"¿Qué está pasando?", se pregunta José Luis Calvo, presidente de Prodeni, "pues todo hace pensar en un fracaso de enormes dimensiones a la hora de transmitir valores a los adolescentes. ¿De quién es la culpa? Recogemos lo que hemos sembrado, pero la culpa no es sólo de algunos padres y su manifiesta incapacidad para educar a sus hijos, sino que se trata, sobre todo, de un fracaso social, colectivo. Estamos en un momento peligroso, histórico".

Los tribunales de menores comienzan a conocer el perfil de los niños y jóvenes que pasan por allí denunciados por maltratos físicos a sus progenitores, aunque la madre es quien recibe casi en exclusiva la mayoría de los golpes: se trata de un menor, varón (sólo hay una chica de cada diez), que tiene entre 12 y 18 años (aunque la edad más conflictiva es entre los 15 y los 17 años) y que Javier Urra *, psicólogo de la Fiscalía de Madrid, diferencia en diferentes tipologías: "están los hedonistas-nihilistas, cuyo principio es ´primero yo y luego yo´. Utilizan la casa como hotel (los fines de semana los pasan fuera), entienden que la obligación de los padres es alimentarlos, lavarles la ropa, dejarles vivir y subvencionarles todas sus necesidades o, mejor dicho, demandas. Hay también casos patológicos y otros cuyo determinante es la dependencia de la droga. Y, finalmente, están aquellos cuya violencia ha sido aprendida desde la observación. Se aprecian bastantes casos en hijos de padres separados, pero no diferencias por niveles socioeconómico o culturales".

La Asociación de Padres y Madres maltratados de Baleares dirigió una ilustrativa petición de ayuda encabezada así: "A las personas e instituciones que corresponda: ¿Qué hacer cuando la familia, como primer ámbito educativo, fracasa en todos los intentos, porque los hijos rechazan los valores que se les intenta transmitir, influenciados también por unos contravalores que rompen el vínculo familiar, pretendiendo vivir en la familia con todos los derechos, pero sin contraer a cambio ningún deber hacia ella? Existe un cuerpo legal -justo y necesario- que garantiza los derechos del niño. Pero... ¿quién protege a los padres?".

La respuesta del psicólogo clínico Carles Panadès, que desde el Centre Noos de Teràpia Familiar atendió varios de estos casos, siempre fue la misma: "más etología y menos psicología. Lo que quiere decir más roles y límites claros y menos interpretaciones psicológicas. Porque, inmersos en la ley del péndulo, la generación de padres que fue educada de forma autoritaria, educó a sus hijos con un exceso de protección". Panadès cuenta que la situación más habitual es la que presenta un padre permisivo y una madre obligada a ejercer de autoridad. Pero el hijo se va creciendo, muchas veces ante la inacción paterna y, en la adolescencia, cuando el comportamiento se dispara y quieren pararlo, el hijo reacciona muy violentamente y ya no pueden con él".

"Me compras la Play o me mato". El autor de la frase sólo tiene siete años, y lo más espeluznante es que intentó hacerlo mientras su madre iba conduciendo al girar bruscamente el volante. La historia la cuenta la abuela, desesperada ante la falta de respuesta de los servicios sociales y muy preocupada por los efectos que esta conducta tienen en su hija. Se trata de un caso extremo, pero muestra que las batallas por el poder dentro de algunas familias se comienzan a librar a edades increíblemente tempranas. Las consecuencias la percibe en su trabajo el juez de menores Emilio Calatayud, conocido por sus sentencias ejemplarizantes: "son chavales de clase media alta que se convierten en los sheriffs de la casa. O se hace lo que dicen ellos o automáticamente convierten el hogar en un infierno. Es gente con dinero; niños que tienen de todo, pero que, coincidiendo con la adolescencia, problemas de estudios o dificultades de pareja de sus padres se convierten en auténticos maltratadores con chantajes, amenazas y coacciones hacia ellos". Cada semana tiene uno o dos juicios de este tipo.

Muchos especialistas apuntan a la permisividad paterna como el origen del problema. Esos padres que sólo parecen preocuparse por satisfacer cualquier capricho de sus hijos, temerosos de que no sufra frustración alguna.

El pediatra francés Aldo Naouri, en su ensayo Padres permisivos, hijos tiranos, propugna la necesidad de que los padres recuperen su papel, fundamental, de educadores. Naouri entronca la crisis entre padres e hijos con la realidad política sobre la que se construyó Europa en la mitad del siglo XX. "Los países desarrollados estaban aún muy marcados por las dictaduras y no estaba bien visto todo lo que sonara a autoritarismo. Con este panorama, las futuras generaciones de hombres y mujeres llegaron a padres con la teoría de ser tolerantes con los hijos. Las consecuencias fueron catastróficas, pues el actual modelo educativo no ha mejorado las relaciones familiares ni ha creado individuos más responsables y felices. Por el contrario, los niños dan muestras de angustia desde edades tempranas al tiempo que tienen conductas más egoístas".

Poca resistencia a la frustración
¿Qué hacer? Cristina Ramírez-Roa, profesora del departamento de Psicologia Evolutiva i de l´Educació de la Universitat de Barcelona, apunta una vía novedosa: la autoridad benevolente. "Hay que trabajar otro tipo de valores, pues hemos pasado de la familia autoritaria a la democrática, que en la toma de decisiones pretende llegar a un consenso familiar cuando resulta obvio que los niños en muchas cuestiones pueden tener voz, pero no voto. Sin embargo, nos encontramos frente a niños hiperregalados -y no hablo sólo de Navidad- e hiperprotegidos. Chavales con muy baja resistencia a la frustración y que se mueven en la cultura de la inmediatez: ´quiero esto y lo quiero ya´".

Dicen que el futuro del planeta estará marcado por la llegada al poder de toda una generación de hijos únicos chinos que muestran una baja tolerancia a la frustración. De momento, en nuestro presente comienzan a proliferar de forma preocupante los cuervos que no tienen ningún empacho en picar la mano que les da de comer, sin que nadie sepa muy bien qué hacer.
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