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lunes, 18 de junio de 2012

La adolescencia no existe????


La adolescencia no existe

La adolescencia es el nombre que los padres relativistas le dan a su fracaso. No hay edades fáciles ni difíciles. Hay rectitud, hay orden, hay reflexión, represión y un par de tortas a tiempo que siempre son una victoria.
La adolescencia no existe. Existen padres que se rindieron, padres que cedieron ante excusas intolerables como no prohibirle tal cosa "porque todo el mundo lo hace", permitirle ir a tal lugar o fiesta "porque todo el mundo va", o aceptar intolerables actuaciones "porque está en la edad del pavo" y "todos la hemos pasado".
Mentira. Es mentira. Ni todos lo hemos pasado, ni todos los padres han permitido que el descontrol hormonal de sus hijos tomara las riendas de sus vidas, ni es una excusa presentable el que "todos lo hagan", ni educar tiene que convertirse por fuerza, a una edad o a la otra, en una claudicación.
Desde muy pequeños hay que cuidar cada detalle, hay que estar encima de cada gesto, hay que potenciar virtudes y desactivar defectos. Luego cada uno es como es, pero dentro de unos límites clarísimos y no es en modo alguno razonable reventar cabinas telefónicas o salir de casa vestida como un putón porque se está en la adolescencia.
Podemos fracasar, yo soy padre de una niña de 9 meses y soy muy consciente que incluso intentándolo hacer lo mejor posible y dedicándole todo el tiempo del mundo, puedo equivocarme y fracasar del modo más estrepitoso. Pero entonces, a lo que suceda, por triste que sea, le voy a llamar fracaso y no adolescencia.
Tiene mucho que ver con la crisis que nos acecha este eufemismo permanente en el que vivimos. Esta excusa automática, esta vida humillada por el pretexto. Esta renuncia a la grandeza por miedo a no conseguir lo que se pretende, ese vivir de baja intensidad como si así nos gastáramos menos o pudiéramos esquivar la muerte.
Podemos fracasar pero la adolescencia es una excusa barata y no existe. Existen padres conformistas y débiles, relativistas o que tienen mucho trabajo y no pueden ocuparse totalmente de sus hijos.
Sólo llamando a cada cosa por su nombre podremos reconocerla, combatirla o celebrarla, alcanzarla o enfrentarnos a ella. Tal vez perdamos el combate, y la guerra: tal vez fracasemos. Pero aunque el dolor sea insoportable, si hemos luchado con integridad y con nobleza, podremos siempre reconocernos cunado nos miremos al espejo

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