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viernes, 14 de marzo de 2014

Naomi ALDORT Educar de Manera adecuada y Aprender a Educar

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—An editor NAP Seattle

Sobrevivir a los dos años
Por Naomi Aldort

Muchos padres sensibles a la crianza natural me llaman desconcertados cuando el comportamiento de sus hijos no parece ajustarse a sus expectativas. "¡Pero si lo hice todo bien!", decía una madre. "Tuvo un nacimiento respetado, la llevé encima continuamente, y todavía sigue tomando el pecho y durmiendo con nosotros. Ahora que tiene dos años, no estoy segura de nada, no sé cómo atender sus constantes demandas". Algunos padres tienen preguntas concretas sobre la comida, el hecho de compartir, la cooperación y las etapas de desarrollo infantil. Otros no están seguros de cuántos límites poner, ni cuánta libertad proporcionar. La verdad es que todas estas cuestiones pueden dejarnos perplejos. No tenemos modelos, y la mayoría de nosotros no estamos siguiendo los pasos de nuestros padres como referencia.
Todos nosotros amamos a nuestros hijos y queremos lo mejor para ellos. Queremos escuchar nuestros corazones, nuestra intuición, y atender las necesidades de nuestros hijos. A veces, nuestra propia infancia puede representar una dificultad para nosotros. Hasta los padres más amorosos responden a veces a sus hijos en un tono que podrá ser de todo, menos amoroso y amable. Esto suele venir de heridas del pasado que el niño abre de nuevo. ¿Cómo podemos aprender a cuidar de nuestros hijos de forma amorosa, sin la interferencia de nuestros propios recuerdos dolorosos del pasado?
La crianza natural es el camino más corto para conocer las necesidades de un niño, y confiar y responder a sus necesidades es la mejor manera de evitar que nuestras propias preocupaciones interfieran en su cuidado. Pero aún y así, a veces no acertamos. Es relativamente fácil confiar en un bebé: darle el pecho, cambiarle el pañal, mecerlo, dormirlo. Pero cuando el pequeño empieza a adquirir independencia física, las cosas pueden seguir fluyendo con la misma facilidad, o pueden tomar una dirección de nos desconcierta, y es posible que ya no sepamos qué permitir y qué restringir. Los niños pequeños necesitan nuestro liderazgo. Necesitan una guía clara y amable, junto con nuestro apoyo y nuestro "voto de confianza". La belleza del liderazgo es que la mejor manera de dirigir, en realidad, es seguir al otro.
Cuando una madre me consultó sobre cómo conseguir que su hijo de 2 años dejara de tirar los cubiertos al suelo después de cada comida, yo le pregunté cómo se sentía ella respecto a este comportamiento del niño. Ella me dijo que le rechinaban los dientes de rabia y frustración mientras trataba de evitar que el niño desarrollara esas "malas maneras en la mesa". Pero en cuanto la madre escuchó su propia conversación interior, fue capaz de separar sus propias reacciones emocionales de las verdaderas necesidades del niño. Ella recordó el dolor de sentirse "utilizada" como si fuera una "esclava" por su familia, cuando era niña. Recordó que tenía que hacer tareas que odiaba, y que le regañaban y hacían avergonzar cuando no conseguía hacerlas lo suficientemente bien. También recordó el dolor que le inflingían si actuaba con la libertad propia de la niñez, y el miedo interior que frenaba su curiosidad y vivacidad a medida que fue creciendo.
Cuando esta madre se dio cuenta de que su reacción negativa al comportamiento de su hijo estaba basada en sus propias heridas del pasado, pudo ver lo que estaba pasando realmente: el niño no estaba exhibiendo "malas maneras en la mesa"; era más bien un pequeño científico que experimentaba con la gravedad. Cuando ella pudo ser capaz de ver las cosas desde el punto de vista de su hijo, pudo maravillarse y disfrutar de estos experimentos, igual que con otras ideas creativas del niño. Entonces pudo, además, jugar con él: tomó los cubiertos de plata, los repartió, y el niño los tiró una y otra vez. Ambos pudieron reírse de esto, ya que la madre estaba actuando en consonancia con las necesidades del niño, y no en su contra.
No debe sorprendernos que este juego de "tirar los cubiertos al suelo" desapareciera por sí mismo en cuanto el niño empezó a interesarse más por otros objetos y actividades. Su comportamiento en general mejoró, y la capacidad de su madre de disfrutar con él creció a pasos agigantados. La madre aprendió a ver a su hijo como un individuo con su propia perspectiva y sus propios motivos. Cada etapa en la vida de un niño está ahí para algo. Si podemos respetar y responder plenamente a sus necesidades en cada etapa de la vida, ellos podrán pasar por esa etapa y avanzar más allá.
Potenciar la responsabilidad
Mi hijo Oliver, de 2 años, estaba sentado junto a mi lámpara para que le leyera. En cuanto terminábamos de leer un libro, quería otro más. Le besé y le dije: “Pon este libro en su sitio, y trae lo que quieras leer”. Era una tarea sencilla, y lo hizo sonriendo. La vida de Oliver estaba llena de tareas pequeñas que podía realizar fácilmente. Los zapatos se quitan cuando llegamos a casa. Luego se guardan. Cada juguete se guarda antes de elegir otro. Su padre y yo le ayudábamos, en caso necesario, a hacer estas cosas con alegría.
A veces el desorden era demasiado abrumador, y terminaba por hacer yo la mayor parte del trabajo. Mi sentido del orden, la autodisciplina y la responsabilidad entraba en escena, con o sin la participación de mis hijos. Verme limpiar la comida que ha caído por el suelo, o ayudarme voluntariamente a hacer esta tarea (a petición suya) eran herramientas mucho más útiles para Oliver que verse obligado a hacerlo él antes de estar preparado de verdad para ello. De la misma manera, mi tono amable de voz, mi generosidad y amabilidad al responder a sus necesidades, le enseñaban todo lo que un millón de palabras no conseguirían comunicar.
A los 3 años, Oliver me pedía que limpiara si la comida se caía fuera del plato. Ya le interesaba este asunto. Por el contrario, mis otros hijos no internalizaron esta actitud hasta mucho más tarde. Cada niño tiene su propio ritmo y su propia tabla de desarrollo. En una relación construida sobre el apego, los niños internalizan todos los matices de nuestra forma de ser, porque confían en nosotros. Cuando somos autodisciplinados, ellos siguen nuestro liderazgo. Cuando viven la experiencia de nuestra amabilidad y gratitud hacia ellos, se convierten a su vez en niños amables, y cuando nos ven cooperar, aprenden a cooperar.
Algunas personas pueden decir: "No, mi hij@ parece que no aprende". Yo puedo garantizarles que puede que no haya aprendido todavía, pero que lo hará tarde o temprano. Cuando haya terminado de crecer, su comportamiento será casi como el de un adulto. Puede que no cumpla con todas las expectativas de sus padres, sino con las suyas propias: crecer, realizarse plenamente, pertenecer y contribuir. Será únicamente él mismo o ella misma.
Algunos padres pueden tener un hijo "enérgico", o pueden ver a su hijo o hija como “diferente, distindo a los demás”. Cada niño es único. Un padre o madre puede sentirse apegado, satisfacer las necesidades de sus hijos, ser amable y amoroso, y aún así puede tener dificultades insospechadas. Algunos niños, simplemente, tienen una manera de ser poco usual. En estas situaciones, puede que los padres tengan que aprender a reconocer las necesidades de su hijo o hija. Los niños se comunican de maneras que no siempre están claras para los padres. Aunque la crianza natural desarrolla nuestra sensibilidad para comprender el lenguaje especial de nuestros hijos, a veces podemos perder de vista la realidad interna del niño.
Decir "sí" la mayoría de veces fomenta la confianza y la cooperación
Cuando un niño se vuelve muy demandante, quejica, o menos receptivo, probablemente es que se siente frustrado por necesidades no satisfechas. La tolerancia del niño a la frustración y a no conseguir lo que quiere tiene mucho que ver con el grado en que siente que la vida en general acompaña sus necesidades, y no va en contra de ellas. Tendríamos que decir “sí” a las necesidades de nuestros hijos tanto como sea posible; cuando no es posible, al menos podemos decir “sí” a sus sentimientos.
Respetar y satisfacer sus necesidades es la mejor manera de asegurarnos de que nuestros hijos sean felices y cooperativos. El juego y la experimentación son la principal ocupación de un niño pequeño, y necesita nuestro voto de confianza para ello. Hacer una escultura de puré de patatas no le hace daño a nadie, es barato y se puede limpiar. Escaparse corriendo a la hora de irse a la cama es una invitación al juego, y desmontar un teléfono viejo es una aventura de aprendizaje. La mayor parte de nuestros "nos" se pueden convertir en "síes" muy fácilmente: "Sí, te gusta recortar los libros, aquí tienes una revista que puedes recortar"; "Sí, ya veo que estás haciendo un lago con el zumo. Bueno, déjame trasladar tu experimento al fregadero"; "Sí, te gusta pintar en la pared, aquí tienes una gran hoja de papel para pintar"; "Sí, puedes jugar con mi teléfono (que acabo de apagar)".
Cuando algo no hace daño a nadie, es seguro, y fácil de limpiar, podemos convertirnos en líderes si les proporcionamos herramientas y retiramos los obstáculos. Esto le ayuda al niño a sentirse digno de ser respetado y a confiar en nuestro liderazgo, nuestra guía y nuestras intenciones. Entonces responderá a nuestro liderazgo no con miedo o intimidación, sino simplemente porque quiere respondernos con tanta amabilidad como nosotros le hemos atendido.
Proporcionar liderazgo en momentos difíciles
Una niña de 3 años estaba disfrutando alegremente de un baño en la piscina, en brazos de su madre. Cuando quiso dar por terminado el baño, pidió que le pusieran la ropa para jugar en la hierba. En cuanto estuvo vestida, empezó a lloriquear: “Mamá, quiero irme a casa ahora”. La madre le dijo que ahora le tocaba bañarse a su hermano, y que después de 5 o 10 minutos se irían a casa.
La niña se mantuvo inflexible: "¡AHORA!", gritó, "¡Quiero irme a casa AHORA!". Esta madre quería satisfacer las necesidades de ambos niños. Lo que hizo fue validar los sentimientos de su hija, mientras la acariciaba cariñosamente: "Quieres irte a casa ahora, y no podemos hacerlo todavía. Estás triste y lloras". La niña pidió una vez más ir a casa y contó con la validación de su madre, pero no hubo ningún cambio de planes. Una vez su necesidad de empatía fue satisfecha, dejó de llorar y jugó alegremente el resto del tiempo.
En muchos casos, la historia es al revés: un niño no se quiere ir. El reto es el mismo, no obstante. El niño quiere algo que no es posible, ya sea porque entra en conflicto con la necesidad de otro niño, porque es perjudicial, o por cualquier otro motivo. Los padres pueden sentir ansiedad por proporcionar todo aquello que el niño pide, o pánico de hacer frente a un niño contrariado o que llora. Estar al lado de nuestros hijos no siempre significa que sea posible darles todo lo que quieren. La mayoría de los niños que hablan son capaces de comprender y aceptar los límites de la realidad, siempre y cuando les mostremos que nos interesamos por sus sentimientos y que los comprendemos.
¿Cuándo aprenderán a "comportarse"?
Las expectativas de los padres pueden ser el mayor obstáculo para el desarrollo del niño y una de las principales causas de dificultades. Los niños hacen absolutamente todo lo que pueden para aprender, para imitar nuestro ejemplo, y para agradarnos. Nosotros podemos confiar en ellos y guiarlos basándonos en su etapa de desarrollo. Tienen un gran reto por delante: convertirse en adultos. Tienen prisa y van todo lo rápido que pueden. Indicarle a un niño que tiene que crecer aún más rápido solo puede conducir a experiencias de fracaso y rebajar su autoestima.
La causa más frecuente de dificultades son ciertas prácticas comunes en muchas familias: castigos, amenazas, privaciones, tiempo fuera, sobornos, insultos, gritos, regañinas, inducir sentimientos de culpa, y otras formas de control sobre los niños. Lo mejor que podemos hacer como padres para garantizar que nuestros hijos van a crecer y convertirse en adultos compasivos, comunicativos, responsables, afectuosos y considerados es tratarlos con esas mismas cualidades, y confiar en ellos para adaptar nuestro comportamiento a su propio ritmo.
Amamantar a demanda, llevar en brazos, responder al llanto o colechar son solo una parte de la crianza natural. Un niño hablará en un tono amable si escucha que sus padres le hablan con amabilidad, a él y a los demás. Es probable que sea cuidadoso con las cosas si ha observado cómo los demás son cuidadosos con su entorno. Aprenderá a compartir si comparten con él, y si se le respeta cuando no está preparado para compartir. Aprenderá a decir "gracias" cuando reciba y observe expresiones de gratitud. La única forma de saber cuándo cabe esperar el desarrollo de ciertos comportamientos es observar al niño. Mientras tanto, los padres pueden guiarlo, no mediante el control o las órdenes, sino mediante el ejemplo y una orientación clara y amable.
Declaración de total confianza en los niños
  1. El comportamiento propio de los adultos madura en el momento en que somos adultos.
  2. No tener expectativas significa no sufrir decepciones y no ejercer una presión perjudicial sobre el niño.
  3. Los niños responden mejor al modelo y el liderazgo, no al control.
  4. Confía… y espera.
  5. Elige entre tu conveniencia momentánea y tus objetivos a largo plazo sobre el modo en que tu hijo se verá a sí mismo.
  6. Disfruta de tu hijo por lo que es, no por lo que te gustaría que fuera: nunca va a volver a tener esta edad.
  7. Distingue entre tus necesidades emocionales y los sentimientos y necesidades de tu hijo. Actúa hacia tu hijo en armonía con sus necesidades; preocúpate de tus necesidades emocionales en otra parte.
  8. Celebra que tu hijo es un ser único, igual que lo eres tú.

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