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lunes, 29 de noviembre de 2010

Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que si puedo cambiar y sabiduría para saber distinguirlas.

Una de las falacias en la que solemos creer con más firmeza es la de que el mundo es o debería ser un lugar justo. Y no voy a cuestionar aquí ni se me ocurriría hacerlo que la búsqueda de la justicia y la lucha por conseguir unas condiciones sociales más justas e igualitarias no sea una de las más nobles aspiraciones que podemos tener como seres humanos. E incluso que puede ser algo loable una vida dedicada a ese esfuerzo, como podría ser el caso de Vicente Ferrer o de organizaciones como Cruz Roja o Médicos sin Fronteras (por nombrar sólo algunos ejemplos notorios). Son iniciativas que cumplen una importante función social y deben seguir cumpliéndola. Y espero internamente, aunque sea como deseo- ilusión de que ese otro mundo sea posible.

Pero la desigualdad seguirá existiendo en mayor o menor medida. Si quieres luchar para acabar con ello, como hacen las personas de los ejemplos citados, bienvenido a la lucha. Aunque sin olvidar lo que dijo en una entrevista Scott Turow, abogado, fiscal, escritor de thrillers legales y gran conocedor del sistema judicial:

¿Cuál es la realidad de la justicia?

La realidad del poder, así que al final es el poder el que determina lo que es real dentro del sistema judicial. Si sucedió algo y el sistema judicial decide que no sucedió, entonces en el sistema judicial no es real.

Pero de lo que yo estoy hablando es de esa actitud interna paralizante que se produce cuando sentimos que las cosas “no son justas” o que nos tratan “injustamente” pero no hacemos nada para solventarlo. No vivimos en un mundo en el que todos tengamos las mismas oportunidades. Vuelvo a decir que eso está bien como algo aspiracional, pero no podemos quedarnos anclados en esa idea si no queremos estar sufriendo todo el tiempo. Por poner un ejemplo, no tienes las mismas oportunidades si has nacido en el seno de una familia acomodada, que te permite ir a buenos colegios y universidades y tener buenos contactos que muchas veces te están esperando “con los brazos abiertos” en cuanto acabas tus estudios, que si has nacido en un suburbio (aunque hay casos impresionantes) , has ido a la escuela pública, vas a la Universidad pública por las tardes y trabajas por las mañanas y no conoces a nadie que te pueda echar un cable. Míralo por donde quieras, pero no es lo mismo. Aunque todo tiene su lado negativo/positivo y nada es gratis para nadie.

No obstante, de nada sirve si estás en el segundo caso, lamentarte de tu mala suerte y mirar con envidia (y posiblemente rabia) al “niño de papá” al que se le abren todas las puertas. El mundo es así y pelearte con la realidad sólo sirve para crearte inquina y malestar y puede llegar a paralizarte. ¿Por qué digo que a paralizarte? Porqué estás poniendo el foco de atención y gastando parte de la energía en algo que tú no puedes cambiar. Y la única energía válida y bien aprovechada es la que ponemos en aquello que sí que podemos cambiar. Siguiendo con este ejemplo, puedes intentar avanzar paso a paso, sacar buenas notas, ser un profesional excelente que aporta valor, crearte una marca personal, usar la web social y hacer un buen networking. Tal vez sea un camino más largo que el del “afortunado” pero es posible que también sea más sólido y te de mayor espíritu de lucha y perseverancia.

Si miras a tu alrededor verás miles de ejemplos de esas supuestas injusticias: personas que son contratadas por su belleza en lugar de por su talento, sueldos astronómicos en personas que aportan poco, famoseo y notoriedad en lugar de relevancia, personas que te tratan mal cuando tú siempre las has tratado de manera excelente y un largo etcétera…Y no voy ni a entrar, pues la comparación me parecería irrespetuosa dada nuestra posición privilegiada, en cómo viven la mayor parte de las personas fuera de nuestro “micromundo occidental”.

Por eso, cuando la injusticia que percibes te hagan sentirte paralizado, trata de recordar la frase que dicen en Alcohólicos anónimos en cada reunión: Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que si puedo cambiar y sabiduría para saber distinguirlas.

Seguiremos hablando en otras ocasiones de las muchas maneras en que opera esa idea de la justicia, tanto para engañarnos a nosotros mismos como para manipular a los demás.

¿Te peleas con la realidad? ¿Cuántas veces dices (o te dices) al día que eso no es justo?

Canción: En paus de Joan Manel Serrat.

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