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domingo, 10 de agosto de 2014

La Calidad del Profesorado es Clave


EL PROFESORADO COMO FACTOR CLAVE DE LA EFICACIA DE LA EDUCACION.

Resumen: En el momento actual, la enorme aceleración del cambio social modifica de una forma tan rápida nuestras formas de vida, introduciendo nuevas concepciones económicas, nuevos desarrollos científicos y tecnológicos y nuevos valores sociales, que no cabe esperar una tregua en las demandas de cambio de la sociedad sobre nuestros sistemas educativos. Colectivamente, los cuerpos de profesores obtienen éxitos sin precedentes; individualmente, los profesores llevan el peso de unas reformas mal diseñadas por la falta de una visión de conjunto y de unas previsiones mínimas sobre los nuevos problemas emergentes. El desconcierto ante el cambio y  el sentimiento de estar desbordados afecta a la moral de los cuerpos de profesores, que se convierten en los primeros críticos de sus propios sistemas educativos; mientras, desde el punto de vista social, no se da gran importancia a los éxitos, que se interpretan como consecuencias naturales del progreso, al mismo tiempo que se magnifican las deficiencias del sistema educativo como un desastre colectivo que está muy lejos de ser verdad. Una formación de profesores que los prepare para enfrentar los nuevos desafíos de nuestros sistemas educativos aparece como el factor clave para hablar de calidad de la educación.

1. Cambio social y cambio educativo.
El cambio educativo, como señalan Bowe y Ball (1992) se genera en tres contextos diferentes: en primer lugar, el contexto macro, que depende de la evolución de las fuerzas sociales, los grupos políticos y los sectores económicos y financieros, que plantean al sistema educativo continuas exigencias de adaptación al cambio social y a los nuevos sistemas de producción; en segundo lugar, encontramos el contexto político y administrativo, que pretende ordenar la realidad mediante leyes y decretos con una capacidad de cambio limitada, ya que no pueden modificar la mentalidad de los profesores ni el sentido de su trabajo en las aulas; por último, existe un tercer contexto práctico, que hace referencia al trabajo real de los profesores y de los centros educativos. Cualquier intento de reformar la educación que no tenga en cuenta los elementos determinantes de estos tres contextos está abocado al fracaso. El cambio educativo, como señala Cuban (1992), se produce siempre en la línea de las revoluciones silenciosas; ya que todas las transformaciones implican una reconstrucción dialéctica de lo existente. Por eso fracasan todos los intentos de cambio que no tienen en cuenta la cultura profesional, las opiniones y las condiciones de trabajo de los profesores; ya que ellos y las instituciones escolares tienen sus propias tradiciones y estructuras de trabajo, que dependen de personas con una determinada sensibilidad, con una determinada historia personal y una específica concepción de la enseñanza, que se ha formado en un determinado contexto histórico. El estudio de los contextos históricos se convierte, por tanto, en uno de los elementos imprescindibles para entender el estado del sistema educativo.

Los problemas de la educación en nuestras sociedades globalizadas aparecen con caracteres comunes, siguiendo grandes tendencias sociales, en el conjunto de los países desarrollados. Es exactamente igual a lo que sucede con las tendencias económicas, que se rigen por ciclos internacionales con una profunda interdependencia. Si hoy cae la bolsa de Tokio, mañana el movimiento se registra en el conjunto de las bolsas europeas; y si los movimientos de los responsables de las finanzas europeas no tienen en cuenta estos procesos internacionales sus medidas acaban siendo inadecuadas. Otras personas, peor aún, pretenden enfocar los problemas de la educación desde la foto fija de una ideología predeterminada; así, en lugar de partir del análisis de la realidad, pretenden amoldar la realidad a las concepciones establecidas en el ideario al uso. La consecuencia es que los problemas de la educación acaban enfrentándose con políticas erráticas, sin continuidad en las soluciones, y con las visiones fragmentarias de quienes intentan operar sobre los sistemas educativos sin entender su carácter de sistemas; es decir, de estructuras compuestas por elementos interrelacionados, en las que modificar un elemento provoca inmediatamente un cambio en cascada de otros elementos, produciendo así consecuencias muy distintas a las esperadas.

Para tomar decisiones sobre un sistema, primero hay que conocer el estado del sistema (Vázquez, 2002), y sobre todo la forma en que se interrelacionan los elementos del sistema (Colom, 2002). Para ello, es importante partir del análisis de la evolución del sistema en los últimos años, intentando aclarar la génesis de los problemas actuales y las causas que los desencadenan.

Desde las contradicciones generadas entre los tres contextos antes aludidos, podremos entender la situación actual de nuestros sistemas educativos europeos, en los que muchas personas estarían de acuerdo en aceptar la existencia de una profunda crisis; ya que, paradójicamente, en el momento actual, pese a disponer de unas inversiones en educación y de unos medios que no habíamos tenido nunca, pese a estar consiguiendo logros educativos sin precedentes, la imagen social de los sistemas educativos que transmiten los medios de comunicación es de desastre general, con la profesión docente en el ojo del huracán, los profesores puestos en cuestión socialmente, y una serie de disfunciones sin precedentes, que aparecen de forma casi idéntica en Francia, los Países Bajos, Italia, Gran Bretaña, Alemania… y en el conjunto de los países desarrollados.

El punto de partida es dar respuesta a las preguntas: ¿Por qué esta sensación de crisis ahora? ¿Por qué se produce en todos los países más o menos con los mismos síntomas? En efecto, quienes éramos profesores hace treinta años, tenemos una clara conciencia de la transformación de la educación en este periodo de tiempo, convirtiéndose nuestros sistemas educativos en una realidad distinta. Al estudiar esta transformación de nuestros sistemas educativos encontramos una secuencia temporal significativa: los primeros cambios comenzaron en Estados Unidos en la década de 1970, y fueron extendiéndose por Europa, comenzando por Suecia y los países escandinavos, para ir luego afectando al resto de los países europeos conforme éstos iban llegando a un determinado nivel de desarrollo económico, y consecuentemente, se producían nuevas tendencias sociales que modificaban valores y concepciones de vida, al mismo tiempo que se conseguía un grado de desarrollo educativo nunca antes alcanzado. Desde esta perspectiva, la supuesta crisis de nuestros sistemas educativos aparece como una crisis de crecimiento, producida precisamente al conseguir metas educativas nunca antes alcanzadas; y, al mismo tiempo, como una crisis subjetiva, fruto del desconcierto individual de los mismos profesores que han hecho realidad esas metas, al descubrir cambios inesperados que, en realidad, son fruto de la transformación del sistema educativo que ellos mismos han protagonizado (European Commission, 2002). La aparición de los nuevos problemas que afectan a los profesores, como el malestar docente o la figura del profesor quemado, siguen la misma secuencia histórica que el desarrollo de los profundos cambios que van a introducirse en todos los sistemas educativos de los países más desarrollados en los últimos treinta años del siglo XX (Esteve, 1984, 1987, 1995). La imagen presentada en la Introducción de El malestar docente, en la que se comparaba al profesor con un actor al que, sin avisarle, le cambian el decorado que tiene a sus espaldas aún sigue siendo válida. Más aún, los cambios de decorado se suceden sin que nuestros profesores, hasta hace muy pocos años, hayan sabido definir, tras un penoso proceso de ensayo y error, el nuevo papel que deben jugar para adaptarse a los nuevos contextos en los que hoy se desarrolla la educación.

2. La Tercera Revolución Educativa.
Los profundos procesos de cambio social registrados en los últimos treinta años (Castell, 2000), y la enorme transformación de nuestros sistemas educativos europeos, en una carrera inconclusa para adaptarse a la auténtica avalancha de cambio registrada a final del siglo XX, nos permiten hablar de una Tercera Revolución Educativa (Esteve, 2003), que puede justificarse con diferentes indicadores estadísticos referidos a todos los países de la Unión Europea, produciendo una secuencia de cambio educativo tan profunda que sólo puede compararse con las dos anteriores grandes revoluciones educativas: la creación misma de las escuelas en el Antiguo Egipto, y la creación de la primera red estatal de escuelas en la Prusia del siglo XVIII. El análisis de los datos estadísticos no deja lugar a dudas. En los últimos treinta años, nuestros sistemas educativos han conseguido un avance espectacular en todos los indicadores, hasta hacer posible la afirmación de que, en el momento actual, tenemos los mejores sistemas educativos que hemos tenido nunca en cualquiera de los países de Europa. ¿Cómo es posible entonces esta imagen social de crisis colectiva, y la enorme pérdida de prestigio de la profesión docente? La tesis que defiendo es que, paradójicamente, los espectaculares avances de nuestros sistemas educativos han planteado problemas nuevos que no hemos sido capaces de asimilar, probablemente por la falta de una visión de conjunto de los nuevos retos que ha supuesto ese profundo proceso de cambio educativo que he llamado Tercera Revolución Educativa (Commission Européenne: Eurydice et Eurostat, 2002).

Sin embargo, frente a esta presencia de nuevos problemas, una mirada a la realidad práctica de la educación nos permite afirmar que comienzan a superarse el desconcierto y el malestar iniciales, producidos por los profundos cambios sociales y educativos que están en la génesis de esta Tercera Revolución Educativa. Cada día más, en sus propios centros educativos, un mayor número de profesores cambia su forma de ver los problemas actuales de la educación, abandonando las creencias, convicciones y planteamientos de la pedagogía selectiva en la que ellos mismos fueron educados; descubriendo, en muchos casos con sorpresa, las absurdas limitaciones y la falta de justificación de antiguas tradiciones educativas que parecían intocables. Dependiendo de su propia capacidad de innovación y de adaptación al cambio, muchos profesores han ido haciendo, personal y colectivamente, sus propios análisis sobre el nuevo territorio que ahora nos toca recorrer, elaborando nuevas estrategias, poniendo en marcha nuevas soluciones, modificando su mentalidad y sus propuestas para adaptarse a los cambios sociales y educativos que hemos descrito. Cada vez es mayor el número de profesores que asumen la idea de construir unas instituciones en las que la educación sea prioritaria sobre la enseñanza, y en las que todos los niños, sin exclusiones, tengan un lugar para aprender. Cada vez más, se extiende la idea de que nuestros sistemas de enseñanza tienen que plantearse como objetivo prioritario el aprendizaje de los alumnos y no la actividad discursiva de los profesores. Tras un periodo inicial, en el que ha predominado el malestar y el desconcierto, muchos profesores han comenzado a entender los nuevos problemas y a elaborar nuevas estrategias educativas para asimilar los profundos cambios que se han sucedido en los últimos años. Muchos profesores van aceptando la idea de que aún se producirán más cambios a medida que nuestros sistemas educativos vayan alcanzando las metas propuestas, no sólo por la aparición de nuevas expectativas sociales, sino por la misma dinámica interna de acomodación a situaciones no previstas y que exigen nuevas soluciones. En el momento actual, comienza a extenderse entre nuestros profesores la voluntad de dejar de mirar al pasado y de reconstruir nuestros sistemas educativos en clave de futuro. En definitiva, los cambios fundamentales que nos permiten hablar de una Tercera Revolución Educativa son los siguientes:

      1. Extensión real de la educación primaria a todos los niños en edad de recibirla.
      2. Declaración de la obligatoriedad del primer ciclo de la educación secundaria y aumento continuo de la escolarización en el segundo ciclo de secundaria.
      3. Reconocimiento de la importancia de la educación preescolar, integrándola en las planificaciones educativas de los Estados.
      4. El intento de dar respuestas educativas a la diversidad, superando la pedagogía de la exclusión y desplazando la atención desde la enseñanza hacia el aprendizaje.
      5. La intención explícita de reconvertir nuestros sistemas de enseñanza en sistemas educativos, considerando la educación como un derecho y no como un privilegio.
      6. Por efecto de la extensión y democratización de la educación, ésta deja de estar reservada a las minorías, y, en consecuencia, sólo puede generar formación, pero no asegurar el valor de cambio anteriormente asociado a los grados educativos en términos de estatus social y económico.
      7. Planificación social de la educación a partir de los conceptos de reserva de talento, sociedad del conocimiento y capital humano.


3. Los profesores ante el cambio social: los nuevos desafíos de nuestros sistemas educativos.
En el momento actual, la enorme aceleración del cambio social modifica de una forma tan rápida nuestras formas de vida, introduciendo nuevas concepciones económicas, nuevos desarrollos científicos y tecnológicos y nuevos valores sociales, que no cabe esperar una tregua en las demandas de cambio de la sociedad sobre nuestros sistemas educativos (Michel, 2002). Muchos profesores están desorientados por los cambios que han tenido que asumir en los últimos treinta años; pero, el cambio no ha hecho más que comenzar, el nuevo desafío de la integración del aprendizaje electrónico y de la enseñanza por Internet aún planteará profundas exigencias de cambio a nuestros sistemas educativos en los próximos años (European Commission, 2001). Y, sobre todo ello, nuestras sociedades aún plantearán nuevas exigencias de adaptación, pidiendo a nuestros sistemas educativos responder a las imprevisibles demandas de unas sociedades en las que el proceso de cambio social se ha acelerado. Así, la veloz transformación de nuestras sociedades industriales hacia los nuevos patrones de la sociedad del conocimiento plantea ya nuevas exigencias de adaptación a nuestros sistemas educativos (Castells, 2000). La irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación abre nuevas posibilidades y plantea nuevas exigencias para diseñar el aprendizaje del siglo XXI, basándonos no en tradiciones ancestrales sino en los análisis científicos de la psicología del aprendizaje y en los nuevos planteamientos metodológicos de las TIC. Como plantea Raschke[1] (2003, 113) “muchos de nosotros aún continuamos siendo medievalistas cuando nos enfrentamos al aprendizaje. A pesar de que necesitaríamos aprender a convertirnos en postmodernos dispuestos a seguir la gran aventura intelectual que, a pesar de nuestra supuesta inclinación por la vida intelectual, hemos rehusado emprender”.

Las nuevas metas de la educación en Europa, marcadas en los cinco criterios de referencia definidos en noviembre de 2002 por Viviane Reding[2], Comisaria Europea de Educación y Cultura, señalan el desafío de construir antes del 2010, con el apoyo de nuestros sistemas educativos, la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo; sin embargo, la mayor parte de nuestros profesores, incluso en el ámbito universitario, y un buen número de las personas que toman decisiones sobre nuestros sistemas educativos, no serían capaces de ofrecer una definición coherente sobre qué cosa sea la economía del conocimiento y qué relación pueda tener la economía del conocimiento con la urgencia de emprender nuevos cambios en nuestros sistemas educativos. Enredados en pequeñas disputas domésticas perdemos el sentido de conjunto, y con ello la capacidad de afrontar los nuevos retos que enfrentan nuestros sistemas educativos y de los que, en última instancia, provienen los nuevos problemas a los que han de hacer frente los profesores en las aulas.

La aceleración del cambio social plantea nuevos retos a nuestros sistemas educativos. Justo cuando ya parecíamos haber concluido la escolarización plena de nuestros niños y comenzábamos a plantearnos como objetivo la mejora de la calidad de nuestros sistemas educativos, nos estamos encontrando con el nuevo desafío de la integración intercultural de una población de niños cada vez mayor, procedente de una inmigración masiva generada por los desequilibrios económicos de un mundo parcialmente globalizado. Si nos limitamos a mirar las estadísticas de nuestros sistemas educativos europeos, al observar datos objetivos como el pobre dominio de la lengua en numerosos alumnos, el retroceso en habilidades matemáticas o el aumento del número de niños que fracasan en su escolaridad, podemos llegar a la conclusión de que nuestros sistemas educativos están empeorando; o, peor aún, de que nuestros profesores son los responsables de semejantes tendencias estadísticas, sin entender los nuevos problemas a los que éstos tienen que hacer frente con la llegada a España en el curso de 2001-2002 –según datos oficiales del MECD- de 60.084 nuevos niños inmigrantes, hasta completar un contingente total de 201.518 alumnos que previsiblemente no dominan la lengua de enseñanza, y que, en consecuencia, tendrán problemas de aprendizaje en todas las materias. El diario EL PAIS, citando fuentes del Instituto Nacional de Estadística, sitúa la población de alumnos extranjeros en 400.000 niños para el curso 2003-04, ya que “desde curso 2001-02 han aumentado los estudiantes inmigrantes a razón de 100.000 por curso” (EL PAIS, 29 septiembre 2003). Poder integrar a todos estos niños en nuestras escuelas supone un logro importante; pero exige un esfuerzo inesperado de nuestros profesores y administradores, y una visión diferente de los indicadores de calidad del sistema. Las tasas de escolarización, superiores al 100% de la población infantil en muchos países de la Unión Europea, tienen este sentido: no sólo hemos escolarizado a todos nuestros niños, sino también a un número importante de niños inmigrantes.

Sin embargo, la maquinaria oficial de nuestros sistemas educativos europeos reacciona con extraordinaria lentitud frente a estos nuevos problemas emergentes, de tal forma que, para cuando se desarrollan nuevas estructuras capaces de afrontar los nuevos retos, ya aparecen otras nuevas tendencias sociales que plantean nuevas exigencias de adaptación a nuestros sistemas educativos; entre tanto, las primeras medidas de urgencia han sembrado el desconcierto entre nuestros profesores, que comienzan a solucionar los problemas más urgentes en base sólo a la buena voluntad y a la iniciativa individual de los maestros y profesores con mayor creatividad, sentido práctico y capacidad de adaptación al cambio (Esteve, 2000). Colectivamente, los cuerpos de profesores obtienen éxitos sin precedentes; individualmente, los profesores llevan el peso de unas reformas mal diseñadas por la falta de una visión de conjunto y de unas previsiones mínimas sobre los nuevos problemas emergentes. El sentimiento de estar desbordados afecta a la moral de los cuerpos de profesores, que se convierten en los primeros críticos de sus propios sistemas educativos; mientras, desde el punto de vista social, no se da gran importancia a los éxitos, que se interpretan como consecuencias naturales del desarrollo y del progreso, al mismo tiempo que se magnifican las deficiencias como un desastre colectivo que está muy lejos de ser verdad. La simple exposición pública de estas ideas y su difusión en los medios de comunicación permitiría romper el desconcierto y el desánimo, situando el trabajo de los profesores en un nuevo contexto histórico, social y económico en el que todas sus acciones cobran un nuevo sentido, al situarse en el marco de un esfuerzo común al que ellos pueden estar orgullosos de contribuir. Las dificultades se asumen siempre con mayor energía cuando se entiende el sentido de la tarea que se realiza, y se tienen claros cuáles son los objetivos conseguidos y los que aún faltan por conseguir. En definitiva, rescatar a nuestros profesores de la crítica social indiscriminada y recuperar la moral de nuestros cuerpos de profesores, pasa necesariamente por plantear un debate en profundidad sobre la realidad actual de nuestros sistemas educativos, sobre las profundas transformaciones que han sufrido en los últimos años, y sobre los retos más importantes a los que aún tendremos que hacer frente en el futuro.

4. Los profesores: el factor clave de la calidad de la educación.
A la hora de modificar la educación, las ambiciosas exigencias del contexto social o económico y los amplios desarrollos legislativos del contexto político y administrativo acaban siempre llegando a un cuello de botella en el que quedan estancadas muchas de las posibilidades de reforma de nuestros sistemas educativos. Me refiero al único contexto ejecutivo del sistema: al contexto de la práctica docente cotidiana, que se desarrolla en los centros educativos a partir de la cultura profesional de sus profesores, de sus concepciones de la enseñanza, de sus tradiciones y de las posibilidades reales de los medios y las condiciones de trabajo de las que disponen.

Jamás tendrá éxito una reforma educativa que pretenda hacerse contra la mentalidad de los profesores. En este sentido, el éxito de una reforma siempre dependerá de la capacidad de forjar una nueva forma de ver la educación, y de crear una opinión favorable hacia ella. La acción educativa está en las manos de nuestros profesores, y, por tanto, la calidad de la educación siempre dependerá de la calidad del personal que la atiende. Al margen de las demandas sociales o de las reglamentaciones legales, siempre son los hombres y mujeres que cada día entran en un aula quienes pueden darle calidad a la educación; por tanto, la formación inicial y continua de nuestros profesores es el elemento esencial para mejorar la calidad de nuestros sistemas educativos. La formación inicial tiene que comenzar ya a preparar a los futuros profesores para los desafíos de la nueva sociedad del conocimiento, y para hacer frente en las aulas a los nuevos problemas derivados de los profundos cambios que hemos vivido en los últimos treinta años. La formación continua debe centrar sus esfuerzos en lograr que los profesores salgan del desconcierto producido por la Tercera Revolución Educativa, de la que son los principales protagonistas, comprendiendo el sentido de los cambios que ellos mismos han generado. Por ello, el primer reto a enfrentar es el de la formación de nuestros profesores.

A pesar de los enormes cambios descritos, nuestros sistemas de formación de profesores apenas si han modificado, y muy lentamente, sus contenidos y estrategias (Fabra y Doménech, 2001). De esta forma, en muchas instituciones de formación de profesores, siguen empeñados en preparar profesores para un sistema educativo que ya no existe; y así, cada vez aumenta más la distancia entre los conocimientos y destrezas que los profesores necesitan para asumir sus nuevas responsabilidades y la formación inicial que reciben. En este sentido, ya he justificado en publicaciones anteriores (Esteve, 1997) la afirmación de que la mayor parte de los profesores aprenden a serlo por ensayo y error, en las peores condiciones laborales posibles, y con escasa formación útil para enfrentar los nuevos retos de la enseñanza con un trabajo de calidad.

Nuestra sociedad pide que los profesores se impliquen en la prevención de las drogodependencias, en enfoques interculturales de la educación o en el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; pero difícilmente se aceptan estos nuevos contenidos en los programas de formación inicial de profesores, que, en algunos casos, aún continúan con enfoques que apenas si han cambiado en los últimos treinta años, y en los que se sigue considerando que el elemento central de la formación de profesores es el estudio de los contenidos científicos de las materias tradicionales: Matemáticas, Física, Química, Historia, Lengua, etc., sin prever una formación especializada.

Intentando responder a estos nuevos retos educativos diversos países europeos han modificado en los últimos años sus programas de formación de profesorado con tres tendencias claras:

      1. Un aumento en los años de formación inicial para llegar a ser profesor, y consecuentemente, un aumento en el grado académico necesario, pasando de estudios de ciclo corto (Diplomaturas) a estudios de ciclo largo (Licenciaturas).
      2. Una clara apuesta por la especialización y la profesionalización de los estudios de formación inicial, diseñando títulos profesionales para la formación inicial de profesores, no sólo en la primaria sino también en secundaria.
      3. Una generalizada aceptación de los modelos de formación simultáneos, abandonando los modelos de formación sucesivos (European Commission, 2002, XXVI).

Analicemos las nuevas tendencias europeas en la formación de profesores.

4.1.  Mayores exigencias de formación para los profesores de primaria.
En toda Europa, en el momento actual, se exigen al menos doce años de escolaridad (el equivalente a la formación secundaria completa), para acceder a los cursos de formación de maestros de primaria. En ningún país de Europa se accede ya a las instituciones de formación de profesores con una escolarización primaria o de grado medio. Igualmente, en toda Europa, la tendencia actual plantea situar la formación de profesores de primaria en el marco de la Universidad, si bien con distintas fórmulas. Entre ellas se perfilan dos vías distintas para organizar la formación de profesores: los modelos profesionales simultáneos, en los que se diseñan títulos profesionales específicamente dedicados a la docencia, integrando al mismo tiempo la formación científica y la formación psicopedagógica; y los modelos sucesivos, en los que se exige una formación científica previa, certificada por otro centro universitario, antes de acceder a la formación profesional. En general, tiende a considerarse que el aumento de las exigencias y de las nuevas responsabilidades educativas que pedimos a nuestros profesores y el aumento del nivel cultural de los países europeos exige una formación universitaria equivalente a una licenciatura para que nuestros profesores de primaria mantengan un buen nivel profesional, acorde con las nuevas exigencias que les pedimos, y una alta consideración social que responda al aumento del nivel cultural de la población. En esta línea de mayor profesionalización de nuestros profesores de educación primaria, la mayoría de los países europeos contemplan una o más especializaciones con recorridos currriculares diferenciados que respondan a la diversificación de exigencias que se hacen a nuestros profesores de este nivel.

4.2. La profesionalización de la formación de los profesores de secundaria.
En toda Europa, y con independencia del modelo seguido, se acepta ya la necesidad de una formación específica de carácter profesional y práctico, abandonando el antiguo supuesto de que para dar clases en secundaria lo único importante era dominar profundamente los contenidos científicos de una materia determinada. Los modelos sucesivos presentan el problema de crear una identidad profesional falsa en los futuros profesores de secundaria, que llegan a imaginarse a sí mismos, profesionalmente, trabajando como historiadores o como químicos, cuando en realidad van a trabajar profesionalmente como profesores de Historia o como profesores de Química. Por el contrario, los modelos simultáneos parecen producir una identidad profesional más adecuada a la realidad, en la que el futuro profesor recibe una formación específica y práctica en todos aquellos aspectos no académicos en los que se juega el éxito o el fracaso en la enseñanza: destrezas sociales en al aula, organización del trabajo en clase, disciplina, etc. En efecto, el aprendizaje de los mismos contenidos científicos se hace de otra forma cuando el estudiante piensa que va luego a utilizar esos conocimientos como profesor, que cuando el estudiante trabaja para convertirse en historiador o en químico, y luego debe comenzar a reestructurar sus conocimientos pensando en que profesionalmente se va a dedicar a la educación. La creación de títulos profesionales de profesor de Matemáticas, de profesor de Química o de profesor de Historia parece una estrategia más adecuada a las actuales dificultades de la enseñanza secundaria que continuar con los modelos sucesivos.

4.3. Reorganización científica y metodológica de la formación de profesores de educación preescolar.
Frente a planteamientos anteriores en los que se consideraba que cualquier persona con un mínimo de educación podía atender a los niños de esta etapa, pues sólo se esperaba de ellas que custodiaran a los alumnos, en el momento actual, la mayor parte de los países europeos ha situado la formación de profesores de preescolar en el ámbito de la Universidad y en el marco de programas de formación con una duración mínima de tres o cuatro años (Bélgica, España, Finlandia, Francia, Grecia, Portugal, Reino Unido). En muy pocos países, aún se continúa situando esta formación en el ámbito de la formación secundaria de grado superior (formación profesional), y en instituciones al margen de la Universidad (Alemania, Austria, Italia). La importancia de este periodo de la educación preescolar ha quedado demostrada en numerosas investigaciones, que han destacado además la necesidad de afrontar esta etapa no desde un enfoque asistencial de cuidado de los niños en las edades de 3 a 6 años, sino desde un enfoque netamente educativo, elaborando programaciones específicas adecuadas a esta etapa evolutiva. Con ellas, se lograrían minimizar las desigualdades detectadas al inicio de la primaria entre niños de diferentes orígenes sociales. La generalización de este planteamiento educativo supondría una formación más sólida de la que actualmente se ofrece en el ámbito de la formación profesional, ya que el trabajo educativo en esta etapa plantea más dificultades que con niños de edad superior a los seis años.

4.4. Planes de Estudio específicos para Educación Especial y Formación Profesional.
La atención a los niños con necesidades educativas especiales tiende a organizarse como una especialidad situada en el marco de los estudios universitarios, reconociendo la importancia de una formación específica para atender a este grupo de alumnos. Se considera que la educación de estos niños requiere una formación especializada desde el punto de vista científico y metodológico, en la que también se pretende sustituir los enfoques asistenciales y caritativos por enfoques científicos.          En la misma línea se tiende a plantear la necesidad de una formación específica para los profesores de los centros de formación profesional; pero, aunque se reconoce generalmente la calidad del sistema de formación profesional de Alemania y Austria, no se acaba de extender su modelo en el resto de Europa, probablemente por problemas presupuestarios. El modelo alemán parte de la imposibilidad de que los centros educativos de formación profesional puedan asumir la modernización de las nuevas tecnologías empleadas en los procesos de fabricación industrial, disponiendo para las clases prácticas de las máquinas-herramientas más modernas y renovándolas conforme lo hace la industria; por esta razón consideran que la formación profesional dada en centros educativos será siempre anticuada, y más en aquellas actividades en las que máquinas-herramienta y procedimientos de trabajo cambian profundamente cada pocos años. Por ello dividen la semana escolar en unos días en los que los alumnos de formación profesional reciben formación general y humanística en centros de secundaria y otros días en los que acuden a las aulas situadas en las fábricas y centros de producción, donde trabajadores voluntarios con una amplia experiencia, actúan como maestros, pagados por la Administración educativa, que también  compensa a las fábricas por el mantenimiento de las aulas. El sistema ofrece la ventaja de que los alumnos pueden aprender el manejo de las máquinas-herramienta más modernas, siguiendo el ritmo de renovación tecnológica de las empresas y adquirir una visión real de los sistemas actuales de trabajo.

            4.5. Integración y accesibilidad entre los cuerpos de profesores.
            Al situar todos los escalones de la formación de profesores en la Universidad y en el marco de ciclos largos equivalentes a una licenciatura  se desdibujan las tradicionales separaciones entre los profesores de primaria y de secundaria, tal como ha ocurrido en Francia o Portugal. Al mismo tiempo, los distintos sistemas educativos europeos están estableciendo sistemas de acceso más flexibles entre las distintas categorías de profesores, permitiendo el reconocimiento de las licenciaturas de los profesores de primaria que, considerando escasa la formación recibida en sus diplomaturas, decidieron completarla siguiendo estudios universitarios superiores. Igualmente, se está favoreciendo el acceso de determinados profesores de secundaria a la Universidad. Al partir del principio de especialización en cada una de las etapas del sistema educativo, carece de sentido mantener un sistema en el que la promoción de los profesores dependa de la posibilidad de pasar al nivel superior de enseñanza, consagrando la idea de que dedicarse a los niños de preescolar es una labor menor, que requiere escasa especialización y consecuentemente un menor nivel de retribución salarial, repitiendo el mismo esquema conceptual  en el paso a la educación primaria, secundaria, y universitaria. La tendencia es a reconocer los méritos y la excelencia del trabajo de los profesores en su propio nivel de enseñanza, sin que su promoción profesional o salarial tenga que depender del cambio de nivel de enseñanza. Sin embargo, aún siguen existiendo distintos programas de formación, con contenidos curriculares diferenciados en Alemania, España y Finlandia.

4.6. El reconocimiento de la existencia de nuevas dificultades para ejercer la docencia.
La mayor parte de los sistemas educativos europeos ha reconocido la existencia de una profunda transformación de las condiciones de trabajo de los docentes, a partir de los cambios sociales y educativos que hemos descrito, situando a nuestros sistemas educativos actuales en nuevos contextos nunca antes explorados. Teniendo en cuenta las nuevas dificultades que implican estos profundos cambios que afectan al trabajo cotidiano de los profesores en el aula, se plantea la necesidad de un cambio en los enfoques y contenidos de la formación inicial que se imparte a los profesores, intentando evitar que, en los nuevos sistemas de formación, se reproduzcan los antiguos contenidos y objetivos de unos enfoques de la formación de profesores que correspondían a unos sistemas educativos que ya no existen. No tiene sentido cambiar las estructuras y las instituciones encargadas de la formación, y continuar trabajando con los contenidos y objetivos del sistema anterior. Si personalmente tuviera que elegir entre cambiar las estructuras de formación o cambiar los objetivos y contenidos de esta formación, elegiría lo segundo. Hay que revisar si los contenidos que componen la formación, en cada materia, son los adecuados para formar profesores o si se continúa una tradición en la que se incluyen ciertos contenidos y enfoques simplemente porque así se ha hecho desde siempre, y nos resulta más fácil seguir así porque ya disponemos de formadores que vienen impartiendo esas materias desde tiempos inmemoriales; mientras que cambiar los enfoques y aceptar el desafío de asumir la docencia de nuevas materias emergentes, como es el caso de las TIC, implica afrontar la formación de los mismos formadores. Es importante, pues, explicitar las principales exigencias de adaptación  que deben enfrentar nuestros sistemas educativos, y los cambios de objetivos que estas nuevas exigencias plantean en la formación inicial de profesores. Razonablemente, no podemos esperar una mayor flexibilidad y capacidad de adaptación de nuestros sistemas educativos mientras sigamos formando profesores como si siguiéramos en el sistema anterior a la Tercera Revolución Educativa: los cambios sociales y educativos son innegables; y, nos gusten o no, debemos responder a las exigencias del nuevo contexto en el que ahora trabaja la educación; sin afrontar la renovación de objetivos de la formación inicial será muy difícil romper la resistencia al cambio de los profesores, impidiendo o retrasando la adaptación de nuestros sistemas educativos a las cambiantes exigencias de la sociedad del conocimiento. 

Todo el mundo habla de darle calidad a nuestro sistema educativo, pero si no se enfrentan los nuevos problemas generados por estos cambios, aún se agudizarán las disfunciones de nuestro sistema educativo, y aún descenderá la calidad de nuestra enseñanza, ya que la actual situación de crisis aumenta la desmoralización del personal educativo. Y éste, junto con las Organizaciones No-Gubernamentales son de las pocas instituciones que están implicadas, cada día, en mantener la cohesión social y en paliar las consecuencias de marginación que están generando los nuevos cambios sociales.

El aumento de la escolaridad obligatoria y los indiscutibles logros de la Tercera Revolución Educativa suponen un nuevo esfuerzo para los profesores. Fundamentalmente en las zonas más desfavorecidas y con mayores tasas de fracaso escolar. En ellas, hay que diversificar las opciones ofrecidas a los alumnos, con más personal y mejores medios, planteando un mapa realista de zonas de educación compensatoria, para evitar que la generalización de la escolaridad suponga en la práctica, para muchos niños, unos años de aparcamiento gratuito en el sistema escolar, convirtiendo a sus profesores en simples vigilantes de su permanencia formal en la aulas.


José M. Esteve
Catedrático de Teoría de la Educación.
Universidad de Málaga.



[1] Sobre las enormes posibilidades de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para mejorar la educación se recomienda ver: Raschke, C.A. (2003) The Digital Revolution and the Coming of the Postmodern University. London and New  York, Routledge and Falmer. Dutton, H. and Loader, B.D. (2002) Digital Academe. London and New York, Routledge. Garrison, D.R. and Anderson, T. (2003) E-learning in the 21 st Century. London and New York, Routledge and Falmer. Carchidi, D.M. (2002) The Virtual Delivery and Virtual Organization of Postsecondary Education. London and New York, Routledge and Falmer.
[2] Reding, V. (2002). Cinq critères de référence européens pour les systèmes d’education et de formation. Bruxelles, Commisssion Européene. Vid: http://www.europa.eu.int/rapid/start/cgi

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