La Rebeldía de los hijos
La rebeldía se combate y se afronta desde la primera
infancia. La educación de los hijos es una actividad larga que
dura desde la más tierna infancia y que acaba digamos a los 18 años. A partir
de los 18 años ya son mayores de edad y es una relación de igual a igual de
persona adulta a persona adulta.
No hay hijos rebeldes, hay padres que no han hecho la tarea de educación
que tenían encomendada. Los hijos se van tornando rebeldes a medida que van
ganando a los padres las pequeñas batallas que plantean cada día. Pero siempre
hay tiempo de darse cuenta que los padres tienen la obligación ineludible e
irrenunciable de seguir educando a sus hijos, aunque estos no lo quieran. Por
lo menos mientras vivan bajo su techo familiar.
Los momentos de rebeldía siempre van a
estar ahí, desde que son muy pequeños. Son
comportamientos intuitivos. Y pueden convertirse en algún tipo de trastorno.
La rebeldía de los hijos no llega de la noche a la
mañana y sin avisar, pues es un proceso
de tira y afloja, donde siempre gana el que más interés tiene en ganar, y
pierde el que se deja ganar sin luchar lo suficiente. Los padres tienen la
grave obligación moral de no dejarse ganar en la educación de los hijos.
La educación de los hijos empieza por la educación de
los padres. No se puede pedir hijos bien educados
si ellos ven que los padres no lo están o si ven que no se comportan como
deben. Los hijos ven muchos detalles en los padres que los padres creen que permanecen
ocultos. Tienen una lupa especial para ver los defectos de los padres, procesan
todo lo que ven, aunque después se callen. Enseguida descubren los puntos
flacos de los padres y por donde conseguir hacer lo que quieren hacer. También
ven los puntos fuertes, pero tratan de evitarlos para que no les produzcan
contradicciones a sus intenciones y formas de comportamiento.
Es imprescindible educar a los hijos para que la
sociedad no les castiguecuando sean hombres.
Si los padres no han dado a sus hijos la educación adecuada, o estos no la han
asimilado, cada vez será más difícil convencerles de que tienen que cambiar y
dejar a un lado esa rebeldía que empiezan a practicar. No es imposible impedir
a los hijos que hayan empezado a descarrilarse, se paren y no lo sigan
haciendo, todo es cuestión que los padres estén bien formados, dediquen mucho
tiempo y sobre todo mucho cariño hacia sus hijos, principalmente a los que han
empezado con problemas. En manos de los padres está salvarlos o condenarlos
cara al futuro.
Cuando los adolescentes son rebeldes y además presumen
de serlo, los padres no pueden limitarse
solamente a darles buenos consejos y advertencias. Para obtener resultados
satisfactorios para el presente y futuro de los hijos rebeldes, los padres
tienen que empezar también una etapa de fuertes normas disciplinarias y sus
correspondientes castigos, pero teniendo mucho cuidado en no infringir las
leyes de cada país. Normalmente los consejos o advertencias que no han sido
dados desde pequeños, dentro de una estrategia de buena educación en las virtudes y valores humanos, no suelen tener mucho efecto. Los hijos no harán
demasiado caso, pues saben que no les va a suceder nada si siguen actuando como
rebeldes. Por un oído les entrará y por el otro les saldrá todo lo que digan
sus padres.
Los padres tienen que hablar y actuar de forma muy
clara con los hijos que ejerzan de rebeldes.
Tiene que explicarles las nuevas normas de la familia. Horarios de entrada y
salida de la casa, trabajos domésticos, tareas escolares, asistencia a la
escuela, calificaciones escolares, relaciones con determinados amigos, manejo
del dinero familiar y un largo etc. Indicarles también que si no las
cumplen les van a poner unos fuertes castigos y que los van a hacer cumplir.
Si los padres no pueden o no saben hacer cumplir los
castigos impuesto, las alternativas que les
quedan son muy pocas: Llevarles a la fuerza a algún consejero social
especializado en casos difíciles, llamar a la policía si la cosa se agrava, o
mantenerlos en la casa todos los fines de semana, estando bajo su vigilancia.
Tienen que empezar a hacer lo que en su día no hicieron, que es el darles
disciplina en la educación. La sociedad actual no acepta las rebeldías de los
adolescentes, ni aunque sean contra sus padres.
Los padres no pueden consentir que en la familia haya un mal ejemplo para los
otros hermanos, abuelos, primos, familiares, etc., pues con el tiempo los otros
hijos no rebeldes, que absorben como esponjas todo lo que captan a su
alrededor, también querrán seguir los pasos de sus hermanos o primos rebeldes,
pues esa rebeldía que han visto y sufrido se les ha quedado impregnada, máxime
si ha quedado impune.
Los padres deben aprender a negociar con sus hijos lo que estos tienen que hacer y lo
que no tienen que hacer, pero sin olvidarse que algunas cosas de la educación y
formación de los hijos no
son negociables. Explicándoles bien claramente que en
esa edad de la adolescencia les quedan muy pocos años o quizás meses para que
se puedan seguir permitiendo el lujo de tener opiniones propias (hijos) con
manutención y cuidados ajenos (padres). En cuanto cumplan los 18 años se les
terminarán los privilegios de vivir en la casa familiar exigiendo de todo pero
no dando nada. Entonces los hijos tendrán que elegir entre vivir en casa de los
padres, con las comodidades que ello conlleva, seguir ejerciendo o no la
rebeldía, independizarse voluntaria u obligatoriamente, yéndose de la casa
familiar a vivir su propia vida. Pero háganles saber que la calle es muy dura, principalmente a esas edades de la adolescencia y
sin la protección de la familia, produce muchas posibilidades de terminar en la
cárcel, en el hospital, en el cementerio o con una paternidad irresponsable y
la vida destrozada para el futuro. Es muy alto el precio que van a pagar por su
rebeldía.
Los padres tienen que hablar de la rebeldía de sus
hijos con los profesores y si no
obtienen resultados positivos y no les queda más remedio, tendrán que
comunicarse con la policía, aunque sea peor el remedio que la enfermedad. La
rebeldía lleva a los adolescentes por un camino de pandillas, alcohol, drogas y
sexo que siempre termina mal. Tienen que poner mucha energía en buscar asesoría
para localizar a los mejores consejeros especializados en padres atribulados
por hijos rebeldes. La mejor la encontrarán entre los sacerdotes, pastores,
rabinos o imanes. Estos les pueden indicar donde están en su ciudad las mejores
organizaciones especializadas en la prevención y solución de los problemas y
circunstancias específicas de sus hijos rebeldes, para que les pongan en
tratamiento y les expliquen con todo detalle los líos en los que están metidos
y los probables resultados futuros.
Los padres no se pueden olvidar que tienen la responsabilidad civil y económica
de todo lo que hagan sus hijos mientras estén bajo su patria potestad, es decir
hasta que cumplan los 18 años. Es muy posible que en los tribunales de justicia
exijan a los padres que cumplan las responsabilidades cuando los hijos cometen
actos delictivos, incluso si no asisten regularmente a la escuela. Si problema
de la rebeldía de los hijos proviene de la convivencia con determinados amigos
o pandillas, tienen que hablar con los padres de esos amigos e incluso prohibir
a sus hijos que se relacionen con ellos.
Una de las mejores soluciones con los hijos rebeldes es acompañarles
personalmente a la escuela y pasar a recogerlos, para que posteriormente se
queden en casa, hagan las tareas y no salgan con sus amigos. Para cumplir este
objetivo es muy posible que el padre o la madre tengan que modificar sus
horarios de trabajo u otras ocupaciones, pero vale la vena hacerlo por el bien
presente y futuro de los hijos. Si cuando son adolescentes con menos de 18 años
ya se enfrentan a sus padres, y estos no pueden con ellos, imagínense lo que
sucederá a medida que vayan creciendo o cuando dejen su casa familiar.
Los padres al empezar el proceso de modificación de la
rebeldía de sus hijos, tienen que examinar
cómo pueden cambiar ellos mismos sus actitudes para dar mejor ejemplo con su
vida familiar y social. Si cambian los padres será mucho más fácil que sus
hijos les escuchen y les entiendan. Los padres son los únicos responsables de
llevar las riendas de la educación de sus hijos y de que la familia marche
bien. Es preferible que los hijos estén enfadados pero bien educados a que un día no muy lejano tengan que ir a buscarlos a
la policía, al hospital o a la funeraria. Esa rebeldía que suele terminar fuera
de control, siempre tiene un mal final.
Rebeldía con causa justa. Es comprensible y muy digno que un adolescente
se rebele contra las grandes y graves injusticias que hay actualmente a su
alrededor o en otras partes del mundo y que tome actitudes serias para ayudar a
solucionarlas, aunque sea con sus limitados medios, que no suelen ser tan
limitados. Por ejemplo rebelarse contra la injusticia que supone que alguno de
sus amigos destroce o haga mal uso de los bienes públicos, que no aprovechen
las oportunidades gratuitas de crecimiento que la sociedad les regala a través
de las escuelas públicas, que abuse de otras personas, que de mal ejemplo, etc.
Rebeldía sin causa es
la que manifiestan algunos adolescentes contra sus propios padres, los cuales
les están dando continuamente todo lo que quieren, puedan o no, aunque ellos
nunca se sientan satisfechos y además sigan pidiendo más. Esa rebeldía sin
causa no debe ser tolerable ni por los padres ni por la sociedad, la cual les
pasará la cuenta, tarde o temprano, hasta que ingresen en el rebaño de los perdedores
irredentos. La sociedad no perdona a los rebeldes sin causa justa.
10 Aspectos que deben cuestionarse los padres, para
intentar solucionar la rebeldía de los hijos.
1. Principales situaciones en las que los hijos muestran su rebeldía.
2. Principales causas por las que creen que sus hijos son rebeldes.
3. Principales motivos por las que creen que no han educado bien a los
hijos.
4. Principales medidas que los padres quieren tomar para que los hijos
dejen de ser rebeldes y se comporten bien.
5. Principales características de los padres que deban ser modificadas,
relacionadas con su formación y prácticas religiosas, situación profesional,
horarios, ambiente familiar, situación económica, gastos, ingresos, ahorros,
amistades tóxicas, etc.
6. Calidad del comportamiento entre los padres y sus relaciones con otros
familiares.
7. Tiempo para compartir y tipo de diálogo que tienen con los hijos.
8. Calificaciones escolares de los hijos.
9. Características de los principales
amigos de sus hijos y ambiente en el que se
desarrollan.
10. Comportamiento de los hijos con los abuelos, hermanos, otros familiares,
maestros, etc.
Esta información tiene
que estar escrita para periódicamente examinar y analizar con detenimiento las
cosas que han acertado y las que han fallado, comparando los progresos y
retrocesos en los objetivos propuestos. Además les servirá enormemente como
herramienta de trabajo para presentársela a los consejeros profesionales.
Cuanta más información puedan recopilar sobre los padres y los hijos, será
mucho mejor para que los padres y los consejeros conozcan más acertadamente la
situación real y verdadera.
No hay soluciones mágicas en la educación de los hijos, solamente hay
mucha dedicación, estar bien formados e informados leyendo libros sobre
educación, dedicarles mucho tiempo a los hijos hablando con ellos y saliendo a
pasear, tener muchísima paciencia, ser muy rectos en el comportamiento y
ejemplo personal, ser coherentes en lo que se dice y en lo que se hace,
consultar con los mejores expertos, saber con quienes andan, hablar con los
padres de los amigos, vigilar a sus amigos, suprimir mucho del tiempo dedicado
a la televisión, a las multipantallas y a las músicas que les aíslan del mundo
familiar, comer y cenar todos juntos y sentados a la mesa, asistir a la Iglesia
todos en familia, etc. Los padres tienen que analizar con total sinceridad
cuales de estas acciones son las que practican, las que no practican y las que
creen que podrían y deberían practicar.
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